miércoles, 26 de noviembre de 2008

Taller de Escritura y Música. Grupo B. Actividad 7

Veamos este vídeo






Y ahora leamos este texto que, en principio, nada tiene que ver. Es una novela sobre un friqui distinto, Ignatius. La conjura de los necios (A Confederacy of Dunces, en inglés) es una novela de John Kennedy Toole publicada póstumamente y galardonada con el premio Pulitzer 1981. El título es una referencia a una cita de uno de los clásicos de la sátira, Jonathan Swift: "Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él". Ignatius vive con su madre. Fracasa en todos los trabajos que emprende y continuamente se mete en líos. Ha destrozado un coche y no tenía seguro; y, en vez de ahorrar lo poco que gana en una empresa que acabará arruinando, se compra cosas inservibles para un supuesto gran proyecto.

Ignatius abrió El diario de un chico trabajador por la primera página intacta del cuaderno, pulsando de modo muy profesional el botón del bolígrafo. Pero el bolígrafo Levy Pants falló al primer intento y la punta volvió a perderse en el interior del cilindro de plástico. Ignatius presionó con más vigor, pero la punta se deslizó de nuevo díscolamente y desapareció. Tras romper furioso el bolígrafo en el borde de la mesa, Ignatius cogió uno de los lápices de Numismática Venus que había en el suelo. Sondeó el cerumen de los oídos con el lápiz, y empezó a concentrarse, oyendo los rumores de los preparativos de su madre para una velada en la bolera. Le llegaban ruidos entrecortados de pisadas del baño que significaban, como él ya sabía, que su madre intentaba completar simultáneamente varias fases de su arreglo. Luego, llegaron ruidos a los que había ido acostumbrándose con los años, ruidos que se producían siempre que su madre se preparaba para salir de casa. El batacazo del cepillo del pelo al caer en el lavabo, el ruido de una caja de polvos al dar contra el suelo, las súbitas exclamaciones de confusión y caos.
- ¡Ufff! - gritó su madre en determinado momento.
El estruendo solitario y apagado del baño le resultaba irritante y estaba deseando que su madre acabara. Por fin, oyó el clic de la luz. Su madre llamó a su puerta.
- Ignatius, cielo, me voy.
- Muy bien - replicó gélidamente Ignatius.
- Abre la puerta, cariño, ven a darme un beso de despedida.
- Madre, estoy muy ocupado en este momento.
- No seas así, Ignatius. Abre, anda.
- Lárgate con tus amigos, por favor.
- Oh, Ignatius, vamos.
- Tienes que distraerme a todos los niveles. Estoy trabajando en una cosa que tiene maravillosas posibilidades cinematográficas, algo sumamente comercial.
La señora Reilly dio una patada a la puerta con sus zapatos de jugar a los bolos.
- ¿Es que quieres destrozar ese par de absurdos zapatos que te compraste con el salario que tantos sudores me cuesta?
- ¿Cómo? ¿Pero qué dices, querido?
Ignatius extrajo el lápiz de la oreja y abrió la puerta. El pelo castaño de su madre estaba cardado muy alto sobre la frente; tenía las mejillas embadurnadas de colorete que se había dado precipitadamente y que le llegaba a los ojos. Se le había caído la brocha de la polvera y le había blanqueado la cara, el delantero del vestido y algunos mechoncitos castaños.
- Oh Dios mío - dijo Ignatius -. Te has empolvado todo el vestido; pero, en fin, quizá sea ése uno de los consejos estéticos de la señora Battaglia.
- ¿Por qué estás siempre metiéndote con Santa, Ignatius?
- Creo que lo de meterse es mucho más aplicable a ella que a mí. Es ella quien se mete en todas partes.
- ¡Ignatius!
- Me trae a la memoria el vulgarismo “meticona”.
- Santa es una persona muy amable, Ignatius. Deberías avergonzarte.
- Menos mal que los gritos de la señorita Annie restauraron la paz en esta casa la otra noche. En mi vida había visto una orgía tan desvergonzada. En la cocina de mi propia casa. Si ese individuo fuese de verdad un funcionario de la ley, habría detenido a esa “tía” allí mismo.
- No te metas tampoco con Angelo. Tiene un trabajo muy duro. Santa dice que se ha pasado todo el día en los lavabos de la estación de autobuses.
- ¡Oh, Dios mío! ¿Puedo creer lo que estoy oyendo? Por favor, lárgate con tus dos secuaces de la mafia y déjame en paz.
- No trates de ese modo a tu pobre mamá.
- ¿Pobre? ¿He oído pobre? ¿Cuando en esta casa están literalmente afluyendo los dólares, gracias a mis desvelos? Y saliendo de ella con más rapidez aún.
- No empieces otra vez, Ignatius. Esta semana sólo me diste veinte dólares, y casi tuve que perdírtelos de rodillas. Mira todos los chismes que te has comprado. Esa cámara de cine que trajiste hoy.
- Esa cámara de cine tendrá en breve un uso práctico. La armónica fue muy barata.
- A este paso, nunca llegaremos a pagarle a ese hombre.
- Eso no es problema mío. Yo no conduzco.
- No, claro, a ti te da igual. Tú nunca te preocupas de nada, hijo mío.
- Debería haberme dado cuenta de que cada vez que abro la puerta de mi dormitorio, estoy abriendo una auténtica Caja de Pandora. ¿No quiere la señora Battaglia que la esperes a ella y a su corrupto sobrino en la acera, a fin de no perder ni un solo instante inestimable de tiempo de bolos? - Ignatius eructó el gas de una docena de bizcochitos bloqueados por la válvula - Otórgame un poco de paz. ¿No es suficiente que me acosen durante todo el día en el trabajo? Creía haberte escrito adecuadamente los horrores que he de afrontar a diario.
- Sabes que te quiero, hijito - gimoteó la señora Reilly -. Ven y dame un besito de despedida, sé un buen muchacho.
Ignatius se inclinó y la besó de pasada en la mejilla.
- Santo cielo - dijo, escupiendo polvos. Ahora tendré toda la noche dentera.
- ¿Crees que me he puesto demasiados polvos?
- No, está muy bien. ¿Tú no eras artrítica o algo así? ¿Cómo demonios puedes jugar a los bolos?
- Creo que el ejercicio me está ayudando mucho. Me siento mejor.
Sonó un bocinazo en la calle.
- Parece que tu amigo se ha escapado de esos lavabos - masculló Ignatius -. Es muy propio de él andar rondando por una estación de autobuses. Seguro que le gusta ver las salidas y llegadas de esas monstruosidades “panorámicas”. En su visión del mundo, los autobuses deben estar sin duda afectados de un signo positivo. Eso demuestra lo subnormal que es.
- Volveré pronto, cariño - dijo la señora Reilly, cerrando la minúscula puerta de entrada de la casa.
- ¡Lo más probable es que me maltrate algún intruso! - gritó Ignatius.
Tras esto, echó el cerrojo a la puerta de su habitación, cogió un tintero vacío y abrió las persianas de la ventana. Asomó la cabeza y miró por el callejón hacia donde se veía, perfilado en la oscuridad, en la esquina, el pequeño Rambler blanco. Lanzó con todas sus fuerzas el tintero y lo oyó golpear el techo del coche con efectos sonoros superiores a los que había previsto.



Rescribe este texto modificando el nombre del protagonista y todo lo necesario (lo menos posible: quizás, sólo lo que está en azul) para que se adapte al personaje del vídeo. Intenta también que nombres y otros detalles entren en el marco de tu barrio.

martes, 25 de noviembre de 2008

lunes, 24 de noviembre de 2008

Caja de música

[22 de noviembre de 2008. VII Festival de piano “Rafael Orozco”. Prokofiev, Romeo y Julieta: 10 piezas para piano, op. 75. Stravinsky, Trois mouvements de Petrouchka. Rosa Torres-Pardo, piano. Auditorio del Conservatorio Superior de Música “Rafael Orozco”. 20:00 horas. Casi lleno. Valoración: 4]

La sesión consistió en una breve charla sobre los dos ballets programados (Romeo y Julieta de Prokofiev y Petrushka de Stravinsky), en la proyección de material audiovisual sobre los mismos (fragmentos de la versiones de Fontaine y Nureyev para el primero y de Fedotov para el segundo) y, sobre todo, en la interpretación de las reducciones para piano que realizaron de ambas obras maestras del pasado siglo sus respectivos autores.
Lo de reducciones es un decir, porque la pianista las mostró con tal intensidad dinámica, con tanta fuerza expresiva que, incluso sonando tras las versiones orquestales de las proyecciones, parecieron más bien ampliaciones. El piano de Torres-Pardo no era una decimonónica cajita de música con bailarina, sino una caja de truenos del siglo XX donde parecían caber los Ballets Russes de Diágilev al completo. Maravillosa interpretación en todos los sentidos.
La séptima edición del Festival de piano “Rafael Orozco” concluyó así con uno de los mejores de los once conciertos programados, lo que, dada la calidad de este año, es decir mucho.

Antonio Torralba

[Publicado hoy en El Día de Córdoba]

domingo, 23 de noviembre de 2008

Todos los fuegos


[21 de noviembre de 2008. VII Festival de piano “Rafael Orozco”. Scriabin, Estudio en Fa sostenido Mayor, op. 42, no. 3; Preludio en si bemol menor, op. 37, no. 1; Preludio en si bemol menor, op.11, no. 16; Dance languide, op. 51, no. 4; Flammes sombres, op.73; Guirlandes, op.73; Sonata no 7 (White Mass), op. 64. Ravel, Valses nobles et sentimentales. Schumann, Waldszenen, Op 82. Liszt, Après une lecture de Dante, Fantasia quasi Sonata. Arcadi Volodos, piano. Gran Teatro de Córdoba. 21:00 horas. Casi lleno. Valoración: 4]

El aclamado intérprete ruso, con cuya presencia el prestigioso festival pianístico de Córdoba se apunta un nuevo tanto de calidad, comenzó directamente con una etapa de montaña. Abordar la primera parte de un recital de piano con un ramillete de exigentes miniaturas de Alexander Scriabin (1872-1915), para culminar la ascensión con una de las más difíciles de sus sonatas es un alarde de posibilidades poco habitual. Las siete piezas de esta primera sección dejaron al público boquiabierto. El delicioso Estudio en fa sostenido mayor, tocado a una velocidad que hacía parecer trinos los tresillos, dejó una sensación de agradable sorpresa que invitaba a dejarse llevar por lo que viniera. Y lo que venía era un cambio fuerte de atmósfera. El primero de los preludios sonó triste y misterioso y el segundo (op. 11, n. 16) decididamente lúgubre, con sus citas de la célebre marcha fúnebre de la segunda sonata de Chopin. A estas alturas, ya se sabía que Volodos es una especie de mago capaz de sorprender (imparable mano izquierda en el tumulto de las Flammes sombres) y emocionar con mil maneras de mostrar el fuego. En este sentido, la sonata con que finalizó esta sección dedicada a Scriabin, obra de 1911, se oyó como un compendio de las estampas que se acababan de mostrar: cálidas cantilenas, trinos que parecían luces débiles, fuegos de cegadora luz. Interesantísimo y magistral comienzo.
Tras una breve pausa, Arcadi Volodos regresó al piano para ofrecernos su visión de una obra, aunque de ese mismo año 1911, bien diferente: la suite de ocho Valses nobles y sentimentales compuesta por Maurice Ravel (1875-1937) a partir del modelo de Schubert. Quienes estuvieran acostumbrados a acercamientos, digamos, más aristocráticos tuvieron la ocasión de disfrutar una versión totalmente diferente. Moderna y extremosa.
La segunda parte estuvo dedicada a Robert Schumann (1810-1856) y a Franz Liszt (1811-1886). Las Escenas del bosque del primero son nueve estampas en las que el autor proyecta estados anímicos sobre un romántico bosque fantástico. Como en Ravel, también aquí brilló Volodos de manera más evidente en los pasajes animados o coloristas y en la búsqueda de los contrastes.
Por eso la dantesca Fantasia quasi sonata de Liszt sonó en las manos de Volodos como si se hubiera compuesto para él. Verdadera lección de piano (¡qué forma de encadenar octavas!), verdadera lección de música (meditada manera de mostrar cada tempestad, cada tormenta). Desde el arranque (a diferencia de lo que me pareció apreciar en la “Eintriit” de la obra anterior), y luego a lo largo de toda la obra, se veía que el genial ruso estaba en su elemento, que no es otro que el fuego.
Pocas veces se habrán escuchado unos “bravo” más sentidos que a la conclusión de esta pieza. Arcadi Volodos los agradeció con tres propinas, la tercera de las cuales, a manera de despedida, reducía el fuego a una llamita. Una vela ilumina el teclado de un hombre que representa la música: Juan Sebastián Bach. Desgrana (BWV 596), conmoviéndose lentamente, el ritmo de siciliana de un largo (op. 3, n. 11) de Vivaldi. Todos los fuegos el fuego.

Antonio Torralba

[Publicado hoy en El Día de Córdoba]


sábado, 22 de noviembre de 2008

HAZE en el IES "SAN ÁLVARO" de Córdoba


HAZE visitó hace unos días el IES SAN ÁLVARO de Córdoba para hablar un rato con los alumnos y para interpretar algunas canciones. Este gesto desinteresado, que el rapero sevillano repite a menudo en centros andaluces, tiene la finalidad de concienciar a los jóvenes sobre los peligros de la droga. Aquí podéis ver algunas fotos.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Petrarca (jugando a traducirlo)

La vita fugge, et non s'arresta una hora,
Huye la vida sin pararse un punto,
et la morte vien dietro a gran giornate,
y la siguen las zancadas de la muerte;
et le cose presenti et le passate
y el presente afán y la ida suerte
mi dànno guerra, et le future anchora;
vuelven el mal futuro
igual asunto;

e 'l rimembrare et l'aspettar m'accora,
la esperanza y el recuerdo moribundo
or quinci or quindi, sí che 'n veritate,
por igual me tornan; rigor tan fuerte,
se non ch'i' ò di me stesso pietate,
que, sin piedad de mí, ya sin tenerte,
i' sarei già di questi penser' fòra.
me habría apartado de este mundo.

Tornami avanti, s'alcun dolce mai

Regresa acaso algún viejo dulzor
ebbe 'l cor tristo; et poi da l'altra parte

a este pecho triste; mas presto lo aleja
veggio al mio navigar turbati i vènti;

la cruel visión de un navegar turbado;

veggio fortuna in porto, et stanco omai

veo fortuna en puerto, mas sin fulgor
il mio nocchier, et rotte arbore et sarte,
desarbolado mi navío, es queja,
e i lumi bei che mirar soglio, spenti.
si ve el mirar que suele ya acabado
.

¿Y quién era el peluquero, mamá?

[15 de noviembre de 2008. Gioacchino Rossini/El Tricicle, El superbarbero de Sevilla. Reparto: Xavier Mendoza, Elena Roche, Helios Pardell, Josep Ferrer y Joan Sebastià Colomer. Alan Branch, piano y dirección musical. Jaume Cortadellas, flauta. Jordi Soler, contrabajo. Dirección de escena: Tricicle. Gran Teatro de Córdoba. 19:00 horas. Lleno. Valoración: 2]

El decorado era eficaz y estaba resuelto con simplicidad y mucho ingenio (“¡qué bonito!”), la adaptación musical de Albert Romaní cumplía de sobra su función y fue muy bien interpretada por el trío instrumental (“¡qué chula suena la flauta!”)…, pero faltaba algún elemento (un narrador, quizá) que desde el principio guiara claramente a los chicos por la historia (“cuando cantan no se entiende”)…
La producción insistía mucho en los detalles de humor, que funcionaron muy bien y fueron muy celebrados: los cuernos móviles de la cabeza de toro, las “intromisiones” en escena de los músicos, la comicidad de los cantantes (“¡qué gracioso el médico!”), los chistes musicales… Pero se echaba en falta algo (unas más pensadas traducción y adaptación del texto, quizá) para que brillara de verdad la excelente idea de Tricicle. Y aunque por suerte no se generalizó la terrible frase de la abulia infantil (“¿cuánto falta?”), sí que pudo escucharse; porque no se lograba del todo que el tiempo real (sólo una hora y cuarto) se esfumara como en los buenos espectáculos.
Casi todos los cantantes estuvieron a la altura y el público (niños, jóvenes y viejos) estaba por la labor de participar y disfrutar… Sólo faltaba (un breve monólogo de Fígaro al comienzo, quizá) haber blindado la inteligibilidad, haber asegurado el mensaje en un ambiente que se preveía propenso al ruido y la distracción. Para que el respetable público infantil no se perdiera el elemento clave del enganche de una historia: los detalles de la trama (“¿Y quién era el peluquero, mamá?”).

Antonio Torralba

[Publicado hoy en El Día de Córdoba]

sábado, 15 de noviembre de 2008

Ritmos del siglo XX



[13 de noviembre de 2008. Concierto Gira Europea. Silvestre Revueltas, Redes; Sergei Prokofiev, Concierto para piano n. 1. Manuel de Falla, El sombrero de tres picos (suite n. 1). Alberto Ginastera, Estancia (danzas). Orquesta de Córdoba. Jeong-Won Suh, piano. Manuel Hernández Silva, dirección. Gran Teatro de Córdoba. 20:30 horas. Lleno. Valoración: 4]

Como el maestro Hernández Silva preguntó a cuantos llenábamos el jueves el Gran Teatro si nos parecía adecuado para la gira europea el bis preparado (simpático gesto), vamos a comenzar respondiendo. Sí, nos parece muy bien elegido el divertido “Preludio” de El Bateo (simbólico título además: el bautizo) de Federico Chueca (1846-1908). Aunque la obra casi escapa al siglo XX (marco cronológico del resto del programa), pone una guinda de desenfado y talento musical a la exhibición de ritmos del pasado siglo con que la Orquesta de Córdoba deleitará a partir del lunes a checos y austriacos.
Como no podía ser de otra manera en un programa siglo XX, en el ofrecido había algo de cine y bastante ballet. Con música cinematográfica arrancó la primera parte. La partitura que el mexicano Silvestre Revueltas (1899-1940) compuso para la película de tema social Redes (1934-35) fue convertida en suite por el director Erich Kleiber y ahora se entiende como una especie de poema sinfónico. Se estructura en dos partes a través de las que discurren las principales peripecias narradas por la película: la vida de los pobres pescadores, el funeral del niño, salida a la pesca, lucha, regreso de los pescadores con su compañero muerto. Especialmente conmovedor, y muy logrado en la interpretación, es el crescendo final que culmina en una especie de grito de toda la orquesta.
La segunda parte llevó a cotas aún más altas la apoteosis del ritmo en que consistió esencialmente la velada. Hernández Silva suplió la falta de bailarines bailando él mismo, con la misma solvencia con que las dirigía, las obras de Manuel de Falla (1876-1946) y de Alberto Ginastera (1916-1983). La suite primera de El sombrero de tres picos sonó magníficamente: la orquesta y su director derrocharon talento musical, teatralidad y humor.
En la misma línea sonaron las cuatro danzas de la suite sobre el ballet Estancia de Alberto Ginastera, autor fuertemente influido por los dos grandes innovadores del ritmo musical del XX: Stravinsky y Béla-Bartók. Las cuatro estampas de la vida de un rancho argentino, en especial el malambo final, hicieron las delicias del público cordobés.
En este contexto, la actuación en la primera parte de la pianista Jeong-Won Suh, con el primero de los conciertos (en re bemol mayor) de Prokofiev (1891-1953), supuso una especie de contrapunto algo menos apasionado y vigoroso, aunque ciertamente elegante. Fue muy aplaudida por el público, lo que la coreana agradeció interpretando la única obra no siglo XX de la noche: el precioso Preludio op. 28 n. 15 en re bemol mayor de Chopin. Cambio fuerte, aunque no de tonalidad, sí obviamente de tono.
En la película Vámonos con Pancho Villa, Silvestre Revueltas, el primer autor de la noche, es el pianista que toca La Cucaracha en una cantina de Torrejón. Cuando los desbordados revolucionarios comienzan a disparar, el músico, sin dejar de tocar, levanta un letrero que tiene sobre el piano y en el que se lee: “Se suplica no tirarle al pianista”. Es tanta la pasión con la que la Orquesta de Córdoba y su director titular afrontan la gira europea, que Jeong-Won Suh habrá de añadir a su elegancia oriental un poquito de pasión latina. Lo haga o no, el éxito está asegurado.

Antonio Torralba
[Publicado hoy en El Día de Córdoba]

martes, 11 de noviembre de 2008

La esposa japonesa


[9 de noviembre de 2008. Giacomo Puccini, Madama Butterfly, Tragedia giapponese en tres actos. Lindsay Kemp, dirección escénica y vestuario. Quico Gutiérrez, iluminación. Hiromi Omura, Madama Butterfly; Francesca Franci, Suzuki; Zoran Todorovich, B. F. Pinkerton; Manuel Lanza, 'Sharpless'; Carlos Durán, 'Goro'; Celestino Varela, 'El Príncipe Yamadori'; Josep Ferrer, 'El tío bonzo'; Diego Coleto, 'Yakusidé'; José María Luque, 'El Comisario Imperial'; María Dolores García, Mrs. Kate Pinkerton; María José Priego, 'La madre de Cio-Cio-San'; Mª Carmen López, 'La tía'; Lucía Millán, 'La prima' y Francisco Daniel Torres, 'El niño'. Coro de Ópera “Cajasur”; Diego González Ávila, director. Orquesta de Córdoba; Angelo Cavallaro, director musical. Una coproducción del Palacio de Festivales de Cantabria y el Gran Teatro de Córdoba. Gran Teatro de Córdoba. 19:00 horas. Lleno. Valoración: 4]

Al parecer, todo comenzó (como en la ópera) con un episodio vulgar de turismo sexual. Julien Viaud (1850-1923), de sobrenombre Pierre Loti, visitó Nagasaki en 1885 y, como tantos otros viajeros y marinos de la época, descubrió un pujante negocio de trata de blancas nada más desembarcar. Cuando le ofrecieron contraer matrimonio con una adolescente, aceptó, tomando el enlace como pasatiempo para animar su estancia veraniega en la ciudad. Dos años después, idealizó la aventura en su novela Madama Crisantemo (1887), primera de una saga literaria responsable, en buena parte, del imaginario occidental en torno a la figura nipona de la geisha: My japanese wife (1895) de Clive Holland, el cuento Madame Butterfly (1898) de John Luther Long, la adaptación teatral (1900) de David Belasco … Y la inmortal ópera (1904) de Puccini, cuyo arte dulce y emotivo hace olvidar el disparate un poco sórdido del arranque de la historia (el diálogo de los dos americanos es material de psicoanalista) para lograr una delicia de psicología musical: el retrato supuestamente “verista” de otra heroína inolvidable. Formando parte del público entusiasta que llenaba el Gran Teatro, pudimos disfrutar la “tragedia giapponesa” el domingo, en la segunda de las representaciones cordobesas.
Sabíamos que esta Butterfly tenía como puntos fuertes de partida la poética dirección escénica de Lindsay Kemp (un precioso mar de estampa que va cambiando con la iluminación y se va cargando de símbolos) y la seguridad asombrosa de la soprano japonesa Hiromi Omura. Pero nos encontramos con bastantes más sorpresas gratas: un elenco vocal admirable (en especial, Manuel Lanza –“Sharpless” y Francesca Franci –Suzuki-), una estupenda Orquesta de Córdoba (sólo un leve tropiezo al comienzo del acto III), una sabia dirección orquestal (tempi lentos para reforzar la melancolía) y un coro (Coro de Ópera “Cajasur”) que logró sorprender en la compleja intervención en escena del acto I y emocionar con el célebre “a bocca chiusa” de la noche de vigilia del acto II.
No obstante, el peso de la emoción se sostenía a partes iguales, además de en Puccini obviamente, en la labor de la soprano, en la dirección musical y en la concepción escénica. Esas labores consistían, precisamente, en adoptar la postura humilde de dejar que Puccini brillara. Hiromi Omura no defraudó en ninguno de los momentos memorables de la partitura. Además de la seguridad que apuntábamos más arriba, fundamental en una obra en la que la protagonista ha de estar cantando casi de continuo, deleitó con sus gestos suaves y delicados y una musicalidad natural y contenida. No muy otras parecían las cualidades de la batuta de Angelo Cavallaro, que dirigió con la sencillez sutil de quien cuenta una historia triste. Y, sobre su cabeza, la belleza visual de un decorado expresivo. En primer plano, sólo intuida, la casa de Butterfly abierta a la colina que bordean un puñado de altísimos árboles. Para hacer más sobria aún la estampa, el follaje sólo se imagina muy por encima de la escena. Al fondo, un mar inmóvil, que el drama musical va tiñendo sucesivamente de libertad, esperanza, éxtasis, muerte… Ambos espacios, la casa y la colina que da al mar, se acotan y se matizan mediante tres juegos de paneles móviles; el exterior es una bella tela traslúcida pintada al estilo japonés con estilizadas imágenes de las montañas y el puerto de Nagasaki.
Toda representación de ópera es una complicada suma de esfuerzos cuyo resultado pende de un hilo. Cuando la empresa funciona, habla directamente a la psique del espectador con una fuerza asombrosa. Se dirige a cada uno haciéndole sentir que la contada es, en realidad, su historia. Por eso, este verismo es otra cosa que realismo. Y por más que Puccini repitiera a sus amistades que lo que plasmaba era un hecho verídico (viejo truco de los contadores de historias), el público al que emocionó una vez más la otra tarde sintió, con la historia de la pequeña geisha, aquella paradoja de Oscar Wilde sobre el arte: que la “única gente real es la que nunca existió”.
Antonio Torralba

[Publicado en El Día de Córdoba]



lunes, 3 de noviembre de 2008

sábado, 1 de noviembre de 2008

Félix de Azúa

Fuera de la rabiosa actualidad (febrero de 2008), esta entrevista parece aún más hermosa: