sábado, 20 de junio de 2009

Un réquiem humanista

[18 de junio de 2009. Concierto de Clausura de Temporada. Johannes Brahms, Un réquiem alemán op. 45. Christina Giannakopoulo, soprano. Juan Tomás Martínez, barítono. Coro Sinfónico de Córdoba (Coro de Ópera Cajasur -Dir.: Diego González Ávila- y Coro Ziryab –Dir.: Javier Sáenz-López Buñuel-). Orquesta de Córdoba. Manuel Hernández Silva, dirección. Gran Teatro de Córdoba. 20:30 horas. Lleno]

Un réquiem alemán op. 45 de Johannes Brahms (1833-1897) no es una misa de difuntos, sino una especie de monumental cantata fúnebre en la que el autor medita sobre la vida y la muerte a través de una selección de frases y textos de la Biblia alemana de Lutero. Como este dato esencial pudiera no ser conocido por la totalidad del público, hubiera estado bien incluir al menos el título de los siete movimientos de la obra en el programa de mano, ya que quizás la premura con que hubo de realizarse una nueva edición del mismo (por la sustitución de la soprano inicialmente anunciada) dejó acaso fuera las habituales e interesantes notas de Juan Miguel Moreno. Al margen de esta circunstancia, y pensando en futuras obras de este tipo, sugeriría la proyección del texto en la parte superior del escenario como se hace a veces en las óperas.
El seguimiento en tiempo real del texto hubiera ayudado a la comprensión por parte de los oyentes de las recurrencias musicales que jalonan una obra cuya unidad estructural es uno de sus aspectos más cautivadores. También hubiera aumentado la admiración que produjo en los asistentes la dirección de Hernández Silva, que fue estupenda, alcanzando especiales cotas de maestría y emoción en el complejo sexto tiempo (“Pues no tenemos en la tierra una morada permanente”), donde brilló igualmente el barítono Juan Tomás Martínez, de voz potente y musical.
El Coro Sinfónico de Córdoba (suma de dos de los mejores de la ciudad: el Ziryab y el Cajasur) estuvo muy bien a partir del segundo número y demostró solvencia y buen gusto en esta obra tan difícil para la cuerda de sopranos sobre todo. Me pareció espectacular la forma en que (a la par que la Orquesta, que también comenzó titubeante) fue creciéndose a lo largo de la casi hora y media que duró la velada alcanzando momentos sublimes.
Dos fueron los acontecimientos que impulsaron a Brahms a componer su réquiem: el fallecimiento en el verano de 1856 de su amigo Robert Schumann y, muy especialmente, la muerte de su propia madre en febrero de 1865. El quinto número (el último en ser completado) contiene la música más conmovedora de esta obra sobre el consuelo y la esperanza. La soprano solista (correcta interpretación de Chistina Giannakopoulou) canta palabras de San Juan: “Ahora estáis afligidos; pero yo os volveré a ver, vuestro corazón se regocijará y nada podrá privaros de vuestro gozo”. Primero, en diálogo con las maderas. Luego, sobre el arrullo del coro que entona sotto voce las palabras más hermosas que puede oír un ser humano: “Os consolaré, como una madre consuela a su hijo”. Es lo que buscamos en el arte, lo que nos ha dado nuestra orquesta esta temporada y lo que nos promete para la próxima.

Antonio Torralba


viernes, 19 de junio de 2009

"Querido Sancho"

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobre todo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia donde quiera que estén.

[Cervantes, Don Quijote]

Esta cita, de la que Google arroja cerca de medio millón de ocurrencias, aparece (a veces así y otras seguida de fragmentos reales) en los más variopintos lugares de la red. La cogen desde los marxistas para defender a Fidel hasta los obispos para atacar a Zapatero. Páginas de psicología, sociología, literatura... Sí, también páginas de literatura, librerías... Y hasta páginas sobre Cervantes. Así es la red.
Por cierto, imagino que esto ya estará desenmascarado por algún lado (como lo de Borges y García Márquez), aunque yo no he visto ni un sólo "desmentido" de esa mierdecilla, que seguramente llevará ya tiempo circulando.
Puestos a imaginar, podemos seguir así:

—Señor, ¿quién es este hombre que tal talle tiene y de tal manera habla?
—¿Quién ha de ser —respondió el barbero—, sino el famoso don Quijote de la Mancha, desfacedor de agravios, enderezador de tuertos, el amparo de las doncellas, el asombro de los gigantes y el vencedor de las batallas?
—Eso me semeja —respondió el cabrero—, a lo que se lee en los libros de autoayuda, puesto que para mí tengo, o que vuestra merced se burla, o que este gentil hombre debe de tener vacíos los aposentos de la cabeza.
—Sois un grandísimo bellaco —dijo a esta sazón don Quijote—, y vos sois el vacío y el menguado; que yo estoy más lleno que jamás lo estuvo la muy hideputa puta que os parió. Pero jamás salieron de mi boca bellaquerías tales... ni a mi escudero llamé nunca "querido" como queriéndole ensartar per angostam viam.

lunes, 15 de junio de 2009

Shakespeare mirando a una dama tocar




CXXVIII

How oft when thou, my music, music play'st,
Upon that blessed wood whose motion sounds
With thy sweet fingers when thou gently sway'st
The wiry concord that mine ear confounds,
Do I envy those jacks that nimble leap,
To kiss the tender inward of thy hand,
Whilst my poor lips which should that harvest reap,
At the wood's boldness by thee blushing stand!
To be so tickled, they would change their state
And situation with those dancing chips,
O'er whom thy fingers walk with gentle gait,
Making dead wood more bless'd than living lips.
Since saucy jacks so happy are in this,
Give them thy fingers, me thy lips to kiss.


Cuántas veces si música ejecutas
sobre el dichoso leño que resuena
y trazas con tus dedos suaves rutas
-la armonía cordal que me encadena-
envidio la ágil tecla que rebota
para besar la palma de tu mano
mientras mis labios gustan la derrota
corridos de un descaro soberano.
Por tal roce cambiar quieren su estado
y situación con la danzante astilla
que pulsas con tu dedo delicado
pues darle vida a un leño es maravilla.
Si la insolente goza de embelesos
dale tus dedos, pero a mí tus besos.

[Versión de Miguel Ángel Montezanti]

Volveremos sobre este soneto.

domingo, 14 de junio de 2009

Una muestra de la Italia barroca

[12 de junio de 2009. Una fiesta barroca italiana. Dario Castello, Canzona decimosexta a cuatro para instrumentos de arco. Giovanni Legrenzi, Sonata en la menor para cuatro violines y bajo continuo. Tomaso Albinoni, Concierto en re menor para oboe, cuerdas y bajo continuo. Antonio Vivaldi, Concierto n. 8 en sol menor para violín, cuerdas y bajo continuo, RV. 322; Concierto en si bemol mayor para oboe, violín, cuerdas y bajo continuo, RV. 548; Concierto en re mayor para violín, cuerdas y bajo continuo, RV. 230; Francesco Geminiani, Concerto grosso n. 12 en re menor “La Follia” para cuerdas y bajo continuo. Orquesta Barroca de Sevilla. Molly Marsh, oboe solista. Enrico Onofri, violín solista y dirección. Salón de los Mosaicos del Alcázar de los Reyes Cristianos. 20:30 horas. Lleno]

Ahora que la banalización de la música grabada está propiciando un auge de los recitales en vivo y un acercamiento inusitado entre los intérpretes y su público, debería ser más frecuente lo que ocurrió el viernes en el Alcázar de los Reyes Cristianos. El reducido público que cabe sentado en el Salón de los Mosaicos del Alcázar (¡una suerte que estos conciertos de “Cajasol” se anuncien tan mal!) disfrutó y celebró una interpretación asombrosa de un programa amenísimo de música barroca italiana.
Los músicos de la Orquesta Barroca de Sevilla y, muy especialmente, la solista de oboe Molly Marsh abordaron el ramillete de delicias instrumentales en que consistía la velada con gran maestría. Y, sobre todo, con un enorme entusiasmo. El estado anímico que propiciaba ambas cualidades parecía basarse en buena medida en la no disimulada admiración que les causaba la personalidad musical del violinista que los dirigía y al que acompañaban: el famoso concertino de Il Giardino Armonico Enrico Onofri.
Onofri tocó y dirigió este repertorio de su especialidad con intensa pasión y con una expresividad tan elocuente que hacía parecer incuestionables los asombrosos alardes técnicos, los tempi desbordados, los tiernos rubati, las dinámicas de escalofrío que tan eficazmente realzaba la acústica de la sala.
Ordenadas cronológicamente, desde el manierismo de Dario Castello (h. 1590-h. 1658) hasta el barroco tardío de Geminiani (1687-1762), las siete obras que sonaron (tres de ellas del genial Antonio Vivaldi) supieron a poco, a poquísimo. Y es que lo que ocurrió el viernes en el Alcázar, lo que debiera ser más frecuente ahora que el pirateo y los ordenadores empujan a los músicos a dar la cara, fue que todos conseguimos eso tan hermoso para lo que sirve la música: la casi pérdida de la noción del tiempo en que consiste la felicidad.

[Publicado hoy en El Día de Córdoba]

Antonio Torralba


PD.: Mi amigo Antonio salió tan entusiasmado que pidió un autógrafo a los solistas.





miércoles, 10 de junio de 2009

Normalización lingüística

“Morderse la lengua” es el acto de guardarse, en el último momento y por prudencia generalmente, lo que se estaba a punto de decir.
También significa algo mucho menos frecuente: darse un bocado involuntariamente en ella. Eso le pasó a mi amigo Miguel hace unos días. Se dio un bocado comiendo (“estaba masticando la última patata frita"). No era la primera vez que le pasaba (“no hace mucho tiempo ya me di otro que me hizo sangrar abundantemente durante un buen rato”), así que sabía que debía ponerse un algodón y tumbarse. Se fue con su mujer a dormir la siesta. Al despertar, una hora después, tenía la boca llena de coágulos de sangre. Algodón empapado, gotas en el colchón… Aquello seguía. “La tarde fue transcurriendo como en el cuento ese de García Márquez en que una novia se pincha con la espina de una rosa y se va desangrando durante el viaje... ”. A eso de las nueve no tuvieron más remedio que ir a urgencias. Mientras esperaba que lo atendieran, fue “llenando una bolsa de plástico con los algodones empapados que había tenido la precaución de llevar”. Cuando por fin lo atendieron, alarmados por la cantidad de sangre que había perdido por la herida en tan poco rato, le “pusieron adrenalina directamente en la lengua, pero nada de nada”. Entonces apareció un médico quizás venezolano (“por su acento”) que, a la petición de ayuda del médico anterior (“¿qué hacemos?”), dijo que “una bolsita de té”. Sería un remedio maquiritare o algo así. Ante el nuevo fracaso del intento sebucán, el doctor … Nick Riviera vamos a suponer, optó por enviarlo urgentemente al Gran Hospital de la City para que lo atendiera un maxilofacial. Curiosamente, durante la espera de rigor, la hemorragia pareció detenerse (“¿sería efecto del remedio guaribe?”). Miguel se puso muy contento porque pensaba que podría largarse. Cuando se disponía a firmar para ser libre, la lengua comenzó de nuevo a sangrar (“los remedios wenaiwikas no funcionan al cien por cien”). Ya nadie lo libraría de ser intervenido, eufemismo éste del hombre blanco que Miguel traduce y resume así: “la cosa fue que me cosieron la lengua sin anestesia”. Casi pierde el conocimiento (“me sacaron de aquella tortura en camilla, a punto de perder el conocimiento”). Si lo hubiera perdido del todo, se hubiera librado de esas otras gracias que suelen acompañar las urgencias. “Permanecí una hora y media tumbado hasta que me fui recuperando poco a poco. A todo esto, se oían continuamente, por aquí y por allá, gritos desgarradores de personas que estaban siendo interrogadas por su pertenencia al género humano. Por cierto, que al único que de verdad merecía ser detenido sólo le cayó una amonestación de los guardias de seguridad, cuando comenzó a golpear violentamente una papelera exigiendo ser atendido inmediatamente porque tenía, decía él, tres costillas rotas. Cuando vio aparecer a los de seguridad dijo: ya están aquí los hombres de Paco." Y por eso, más por la que llevaba armada, fue por lo que le cayó la bronca. Por no morderse la lengua.
Moraleja: la lengua tiene vida propia y te la juega.

viernes, 5 de junio de 2009

Siglo de nostalgias

[3 de junio de 2009. Undécimo concierto de abono. Robert Schumann, Obertura “Genoveva” op. 81. Antonin Dvorak, Concierto para violonchelo y orquesta op. 104. Felix Mendelssohn, Sinfonía n. 4 en la mayor op. 90 “Italiana”. Orquesta de Córdoba. Antonio Meneses, violonchelo. Manuel Hernández Silva, dirección. Gran Teatro de Córdoba. 20:30 horas. ¾ de entrada. ]

Casi toda la música del siglo XIX surge de la nostalgia. El deseo de regresar (nostos) a tiempos, personas o lugares que se sienten como propios, y el dolor (algia) que ello produce, parecen conformar la situación emocional desde la que crean los compositores decimonónicos, aún cuando traten de evocar otros sentimientos característicos de la época, como el amor, el dolor, la furia, la piedad religiosa, el elemento mágico o el gusto por el exotismo. Todos esos ingredientes puso Robert Schumann (1810-1856) en su ópera de tema medieval sobre Genoveva de Brabante, heroína de leyenda a punto de ser mal muerta por los injustificados celos de su esposo. Con la obertura de esta obra comenzó la velada musical del miércoles.
La pieza condensa en su brevedad buena parte de los estados psicológicos que desarrolla la ópera. Una atmósfera de sombra y motivos de lamento en los violines conducen a la exposición de un primer tema inquieto y apasionado de la cuerda. Después suena en las trompas un bonito pasaje, como de caza, que es continuado por los oboes y las flautas… La pieza, cuya interpretación por parte de nuestra orquesta fue mejorando a partir del desarrollo, resultó una introducción idónea al monumental concierto de chelo que completaba la primera parte.
La célebre obra de Antonin Dvorak (1841-1904), muy bien interpretada por el solista invitado, el chelista brasileño Antonio Meneses, fue compuesta durante la estancia en los Estados Unidos del compositor. A pesar de ello, y a diferencia de otras obras de esa etapa, no contiene elementos folclóricos americanos, sino más bien bohemios, lo que se ha visto a menudo como expresión del deseo de Dvorak de retornar a la patria. A su regreso, otra nostalgia vendría a sumarse a las expresadas por este concierto, rico en citas y evocaciones: la de su cuñada Josefina, de la que había estado enamorado en su juventud. Tras su muerte, a finales de mayo de 1895, Dvorak decide insertar en el centro del segundo movimiento (y evocarlo rápidamente también al final) un tema extraído de su lied Lasst mich allein in meinen Traümen gehn (op. 82) que era la canción preferida de Josefina.
La segunda parte consistió en una brillante lectura (la mejor de la noche, a mi juicio) de una de las obras más encantadoras del repertorio sinfónico. Hernández Silva y sus músicos hicieron sonar con magnificencia ese canto a la fascinación por el Sur en que consiste la cuarta de las grandes sinfonías de Félix Mendelssohn (1809-1847). Evocaciones del color, el calor y el bullicio (primer movimiento); de las teatrales procesiones (segundo), de bailes exuberantes (cuarto) llenan esta sinfonía que su autor consideraba como "la más alegre que haya compuesto nunca". Abierta la espita de recuerdos, nostalgias y evocaciones, el tercer tiempo, un minueto delicado y elegante, pareció traernos a la mente en la interpretación de la Orquesta de Córdoba otra preciosa obra de Mendelssohn, cuyo hermoso título retrata igualmente el espíritu de esta sinfonía: Sueño de una noche de verano.


Antonio Torralba

[Publicado hoy en El Día de Córdoba]