miércoles, 18 de noviembre de 2009

Vox populi, vox Dei

En el tren de regreso a Viena, Mahler expresó su desconcierto por el éxito de su colega. Tenía a Salomé por una obra importante y audaz -"una de las mas grandes obras de nuestro tiempo", afirmó más tarde- y no podía entender cómo era posible que al público le hubiera gustado tan rápidamente. Pensaba, al parecer, que el genio y la popularidad eran incompatibles. En el mismo vagón viajaba el poeta y novelista estirio Peter Rosegger. Según Alma, cuando Mahler expresó en voz alta sus reservas, Rosegger contestó que la voz del pueblo es la voz de Dios: vox populi, vox Dei. Mahler le preguntó si se refería a la voz del pueblo en el momento presente o a la voz del pueblo con el paso del tiempo. Nadie parecía saber la respuesta a esa pregunta.

Alex ROSS, El ruido eterno. Trad. de Luis Gago. Seix Barral, Barcelona, 2009. pp. 26-7

domingo, 8 de noviembre de 2009

En re mayor

[6 de noviembre de 2009. Concierto de inauguración de la temporada de abono. Ludwig van Beethoven, Concierto para violín y orquesta op. 61 en re mayor. Johannes Brahms, Sinfonía nº 2, op. 73 en re mayor. Katrin Scholz, violín. Orquesta de Córdoba. David Giménez Carreras, dirección. 20:30 horas]

En re mayor, en efecto, quiso sonar la Orquesta de Córdoba en la inauguración de su temporada de abono 2009-2010. Es la “tonalidad de la gloria”, la del dorado, como la consideraba Scriabin, la de la celebración solemne…; y también la de muchos de los grandes conciertos para violín, como el monumental de Ludwig van Beethoven (1770-1827), que ocupó la primera parte de la velada en manos de la virtuosa alemana Katrin Scholz. Su interpretación y la de la orquesta, aunque no acabaron de cuajar del todo en ninguno de los tres movimientos, tuvieron bastantes momentos de belleza y emoción intensas que el público (algo menos de tres cuartos de entrada) agradeció aplaudiendo largamente.

Menos aplausos recibió (y también me pareció justo el juicio del respetable) la versión que David Giménez Carreras (el director invitado) y nuestra orquesta ofrecieron de la otra gran obra de la noche. En la Sinfonía n. 2 de Johannes Brahms (1833-1897) se oyeron acentuados algunos de los problemas de coordinación y afinación (no sólo de los vientos) que habían ensombrecido un poquito la primera parte. Y esta vez sí estuvieron a punto de arruinar el disfrute, de aguar el paseo por el campo del sur austriaco que algunos contemporáneos (buscando el paralelismo con la Pastoral de Beethoven) vieron en esta obra del verano de 1877.

Así las cosas, el bienintencionado pórtico de temporada en re mayor no lució del todo: cosas del arte, de la música, de lo humano. Cosas del directo. La temporada irá a mejor.

Una orquesta es algo vivo, que tiene días peores y mejores, que se crece con el entusiasmo, que a veces se aburre o enferma, que le duele aquí o allá. Porque es un organismo, una estructura en la que todos dependen de todos. Me viene a la mente una escena memorable de una película de Fellini, Prova d’orchestra. Dos músicos hablan de eso:
-El primer violín es el cerebro, la cabeza y el corazón de una orquesta.

-¡Y el clarinete es la minga!

Antonio Torralba

[Publicado hoy en El Día de Córdoba]

sábado, 7 de noviembre de 2009

miércoles, 4 de noviembre de 2009

López Vázquez

Una de muchas. Cuando van al prostíbulo (en La colmena) don Tesifonte Ovejero (Sazatornil) y él (Leonardo Meléndez):
- Pero ¿qué lar da, amigo Tesifonte, qué lar da?

martes, 3 de noviembre de 2009

El humor de Rossini

[1 de noviembre de 2009. Gioacchino Rossini, L’Italiana in Algeri. Gustavo Tambascio, dirección escénica. Jesús Ruiz, escenografía y vestuario. Manuela Custer, Isabella; José Luis Sola, Lindoro; Simón Orfila, Mustafá; Enric Martínez-Castignani, Tadeo; Soledad Cardoso, Elvira; Ángel Jiménez, Hally; Julia Arellano, Sulima. Coro de Ópera “Cajasur”; Diego González Ávila, director. Orquesta de Córdoba; Carlos Aragón, director musical. Una coproducción del Teatro Villamarta de Jerez y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Gran Teatro de Córdoba. 19:00 horas. Casi lleno]

En su Vida de Rossini, Stendhal recuerda un momento memorable de La italiana en Argel. Tras escuchar el lloroso lamento de Elvira, a la que el bey Mustafá tiene abandonada en su harén, éste contesta lo más inesperado, lo más alegre, lo más natural e ingenuo que puede salir de la locura italiana: “Querida, me acabas de romper el tímpano” (Cara, m’hai rotto il timpano). Gioacchino Rossini (1792-1868) es fiel hasta el extremo a un género (el bufo) que consiste, habla de nuevo Stendhal, en una “locura organizada y completa”.

Para remar a favor de esos disparates maravillosos que organizan el libreto y la música de esta ópera, Gustavo Tambascio idea una delirante puesta en escena que traslada el argumento original a un imaginario hotel de la Argelia francesa de los años treinta: el Bey, Grand Hotel International. Mustafá es su hilarante propietario polígamo, que acaba de cansarse de su favorita Elvira; la llegada de Isabella (con look holliwoodiense) y Tadeo (un play boy con bigotillo) se justifica por un aterrizaje forzoso de su hidroavión en la playa; y Lindoro aparece como un empleado, atado a un contrato “esclavizante”. El muchacho es objeto del deseo no sólo de las jóvenes del serrallo, sino también del jefe de seguridad del hotel, Haly, quien, encarnado por el bajo Ángel Jiménez, protagoniza uno de los momentos más divertidos del montaje. Su aria Le femine d’Italia, cantada mientras se va quitando su masculino traje de jefe de seguridad y mostrando la lencería femenina que lleva debajo, evidenció que este cantante, además de una excelente voz, tiene indudables cualidades cómicas: hizo reír a carcajadas por igual al público que entiende (de ópera) y al que no.

Lo mismo puede decirse, en mayor (el Mustafá de Simón Orfila) o menor (el Lindoro de José Luis Sola) medida, del resto del reparto, que comprendió perfectamente que todo debía enfocarse en función de la sensual locura, de la guasa elegante (excelente vestuario del cordobés Jesús Ruiz) en que se fundamenta la propuesta escénica de Tambascio y su equipo. Imaginación y talento al servicio de una música deliciosa que no se puede escuchar sin sonreír. Por eso se cantaban pasajes difíciles dando saltos, temblando por el efecto de la cafeína… o como hiciera falta. Pensando antes en la dramaturgia que en el diafragma.

En lo musical, la protagonista absoluta fue la mezzosoprano italiana Manuela Custer, que cantó con admirable frescura e hizo gala de una musicalidad deliciosa. También me gustaría destacar el buen hacer del coro y de la Orquesta de Córdoba, eficazmente dirigidos por el sevillano Carlos Aragón.

El arte de Rossini, por voluntad propia y por temperamento, tuvo mucho en común con el de su admirado Mozart. Ambos comparten una concepción del teatro musical que parece tener como ley suprema la autoprohibición de rozar la línea de la grandilocuencia o de la pesadez. Ambos vinieron al mundo (una vez más, Stendhal hablando de Rossini) para ayudarnos a olvidar sus tristezas.

Antonio Torralba


[Publicado hoy en El Día de Córdoba]


PD.: Esto puede ser un rollo mío, pero algunos retratos de Rossin me recuerdan al humorista Paco Gandía.