[6 de noviembre de 2009. Concierto de inauguración de la temporada de abono. Ludwig van Beethoven, Concierto para violín y orquesta op. 61 en re mayor. Johannes Brahms, Sinfonía nº 2, op. 73 en re mayor. Katrin Scholz, violín. Orquesta de Córdoba. David Giménez Carreras, dirección. 20:30 horas]
En re mayor, en efecto, quiso sonar la Orquesta de Córdoba en la inauguración de su temporada de abono 2009-2010. Es la “tonalidad de la gloria”, la del dorado, como la consideraba Scriabin, la de la celebración solemne…; y también la de muchos de los grandes conciertos para violín, como el monumental de Ludwig van Beethoven (1770-1827), que ocupó la primera parte de la velada en manos de la virtuosa alemana Katrin Scholz. Su interpretación y la de la orquesta, aunque no acabaron de cuajar del todo en ninguno de los tres movimientos, tuvieron bastantes momentos de belleza y emoción intensas que el público (algo menos de tres cuartos de entrada) agradeció aplaudiendo largamente.
Menos aplausos recibió (y también me pareció justo el juicio del respetable) la versión que David Giménez Carreras (el director invitado) y nuestra orquesta ofrecieron de la otra gran obra de la noche. En la Sinfonía n. 2 de Johannes Brahms (1833-1897) se oyeron acentuados algunos de los problemas de coordinación y afinación (no sólo de los vientos) que habían ensombrecido un poquito la primera parte. Y esta vez sí estuvieron a punto de arruinar el disfrute, de aguar el paseo por el campo del sur austriaco que algunos contemporáneos (buscando el paralelismo con la Pastoral de Beethoven) vieron en esta obra del verano de 1877.
Así las cosas, el bienintencionado pórtico de temporada en re mayor no lució del todo: cosas del arte, de la música, de lo humano. Cosas del directo. La temporada irá a mejor.
Una orquesta es algo vivo, que tiene días peores y mejores, que se crece con el entusiasmo, que a veces se aburre o enferma, que le duele aquí o allá. Porque es un organismo, una estructura en la que todos dependen de todos. Me viene a la mente una escena memorable de una película de Fellini, Prova d’orchestra. Dos músicos hablan de eso:
-El primer violín es el cerebro, la cabeza y el corazón de una orquesta.
Antonio Torralba
2 comentarios:
Como la Música Clásica relaja tanto, yo me quedé durmiendo al menos diez minutos. O quizás me aburrí como organismo vivo ¿No sé?
Al contrario que ayer con el Testigo de DON MIGUEL PANTALÓN.
Fenómeno que despierta el alma, perfección al hablar del duende flamenco. ¡UN OLÉ PAISANO! Para Rafael Álvarez "El Brujo" que la última vez que vino a nuestro Teatro con (Una noche con el brujo) hablando del acento Andalúz,y Lucentino me hiciste más Andaluza, si cabe.
Perdonen por lo largo del comentario, me es imposible acceder a mi blog, tengo la impresión que mi informático me está timando.
Saludos. Yo.
Antonio por favor, quitale la tilde al "acento"
¡POR DIOS!
que como lo lean tus compas, ven al diablo en persona. Gracias.
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