En el tren de regreso a Viena, Mahler expresó su desconcierto por el éxito de su colega. Tenía a Salomé por una obra importante y audaz -"una de las mas grandes obras de nuestro tiempo", afirmó más tarde- y no podía entender cómo era posible que al público le hubiera gustado tan rápidamente. Pensaba, al parecer, que el genio y la popularidad eran incompatibles. En el mismo vagón viajaba el poeta y novelista estirio Peter Rosegger. Según Alma, cuando Mahler expresó en voz alta sus reservas, Rosegger contestó que la voz del pueblo es la voz de Dios: vox populi, vox Dei. Mahler le preguntó si se refería a la voz del pueblo en el momento presente o a la voz del pueblo con el paso del tiempo. Nadie parecía saber la respuesta a esa pregunta.
Alex ROSS, El ruido eterno. Trad. de Luis Gago. Seix Barral, Barcelona, 2009. pp. 26-7
1 comentario:
Puede que esta imágen responda a la pregunta de Mahler.
"Vox populi, Vox Dei".
Mirar Viñeta de Ferreres (Gigantes y Cabezudos) Diario Público, de 9 de octubre de 2009 (contraportada)
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