En Valladolid, cuando habló del espacio de la película como el terreno de la vida moderna. ¿Qué quiso decir exactamente?
Que ya no creemos en el mundo en que vivimos. Ni en acontecimientos como el amor o la muerte. Es como si todo eso no nos afectase del todo, como en otras épocas, sino sólo a medias. Antes existía una vinculación con el mundo que se rompió, y me parece que el cine puede servir para recuperarla. Creo que el cine, o por lo menos el cine que a mí me importa, puede reconciliar al hombre con lo que ve y oye. Es una idea que me interesa mucho, casi como una proposición de fe, porque todos necesitamos creer en este mundo. Ahora se hace un cine banal, que me resulta absolutamente indiferente, y cuyo objetivo consiste en separarnos del mundo con toda esa serie de técnicas virtuales y trucos que son los efectos especiales. No soy un nostálgico, me limito a constatar que antes, históricamente, el cine establecía una relación con el mundo. Cuando era niño y salía de un cine, había aprendido a creer en el mundo, deseaba formar parte de él, aun con toda la carga, el sufrimiento, la esperanza, el amor, la muerte y toda la crueldad del mundo. Mientras que ahora el mundo se parece a una película muy, muy mala. Es una especie de pesadilla artificial y trucada.
Tenemos que creer en el cuerpo, porque el cuerpo es como un germen, un germen de vida. Y me parece que sólo desde el placer del cuerpo es posible recuperar un vínculo con el mundo. Por eso, en mi opinión, los actores - bueno, los actores o los personajes, qué más da, si viene a ser lo mismo - tienen tanta importancia. Porque yo los ofrezco así a los espectadores, como razones casi genuinas para creer en la existencia del mundo, empezando por el cuerpo. Es algo físico, pero también cerebral. Existen ambos: el cuerpo y el cerebro. Me parece que se puede creer perfectamente en el cerebro, y además, en el cuerpo, y que esto puede ser una fuente de convicción. Confío en que mis películas se dirijan simultáneamente al cuerpo y al cerebro, que mi cine sea a la vez físico y mental. Porque si fuera sólo mental, no me interesaría demasiado. Y si fuera únicamente físico, tampoco. Para mí ambos son absolutamente necesarios.
Entrevista a André Techiné por Kent Jones, 1997.
Ana nos manda este texto.
1 comentario:
Perfecto comentario, Ana.
Mª Luisa.
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