jueves, 31 de diciembre de 2009

El año viejo y el nuevo

Un año para recordar con nostalgia. 2009

Glosas sobre "Qu'es de ti desconsolado" de Juan del Encina.
CINCO SIGLOS
Grabación en vivo. Diciembre de 2009




Y otro para afrontar con alegría. 2010

Glosas sobre "Pedro y bien te quiero" de Juan del Encina.
CINCO SIGLOS
Grabación en vivo. Diciembre de 2009




¡FELIZ 2010!

lunes, 21 de diciembre de 2009

Lección de arte

[19 de diciembre de 2009. Conciertos Extraordinarios de Navidad II. Ludwig van Beethoven, Concierto para piano y orquesta n. 3, Op. 37 en do menor; Concierto para piano y orquesta n. 5, Op. 73 en mi bemol mayor. Javier Perianes, piano. Orquesta de Córdoba. Manuel Hernández-Silva, dirección. 20:30 horas. Lleno]

Como era de esperar (véase mi crítica de anteayer en estas mismas páginas), la segunda sesión dedicada a la integral de los conciertos para piano de Beethoven no defraudó a quienes ya habíamos disfrutado la primera. También en ésta, la disposición de las obras constituía una interesante lección de estética musical. Si el tercero de los conciertos puede encarnar la transición entre los dos primeros estilos beethovenianos (el de formación y el de madurez o “heroico”), el “Emperador” es la clara culminación de ese último que, en lo relativo a la forma musical que nos ocupa, viene marcado por el desdibujamiento de las nítidas estructuras clásicas y por el agigantamiento inusitado de las proporciones.

Los intérpretes, aun con pequeñas incidencias en las que sería mezquino detenerse, estuvieron más que a la altura de la grandeza de la música y culminaron con solvencia y momentos de intensa emoción la proeza que en nuestro tiempo supone abordar en dos días las cinco obras maestras para piano y orquesta de Beethoven. Emociona constatar cómo el arte se beneficia a menudo de los retos, de las dificultades, de los esfuerzos que parecen sobrehumanos.

Beethoven compuso el concierto en do menor en 1800 y volvió varías veces sobre él en los tres años siguientes. El día del estreno (5 de abril de 1803) todavía estaba revisando fragmentos de la parte solista. En la velada se interpretarían además la Primera Sinfonía y otros dos estrenos: el oratorio Cristo en el Monte de los Olivos y la Segunda Sinfonía. El único ensayo del programa completo se realizó aquel mismo martes en que, a las cinco de la mañana, Beethoven estaba aún copiando las partes de trombones del oratorio. El ensayo comenzó a las ocho y terminó a las seis, con un breve descanso a las dos y media, en el que el Príncipe Lichnowsky llevó vino y comida antes de solicitar que repasaran de nuevo el oratorio. Beethoven tocaba y dirigía en el concierto. Su amigo Ignaz von Seyfried, que le pasaba las hojas, dijo que su tarea fue tan fácil como desconcertante: la mayoría de las páginas estaban en blanco; aquí y allá, algunas anotaciones jeroglíficas que él no podía entender y ante cuya sorpresa el maestro sonreía. Retos y proezas de otros tiempos.

El impresionante “Gran Concierto” en mi bemol mayor fue compuesto por un hombre que sufría dificultades más hondas, mucho más profundas que las premuras o los imprevistos. La pérdida progresiva por enfermedad del sentido con que trabaja un músico (“si yo perteneciera a cualquier otra profesión esto sería más fácil, pero en la mía es algo aterrador”) fue convirtiéndose en un obstáculo demasiado doloroso (“…por supuesto que estoy resuelto a elevarme por sobre cualquier obstáculo, pero cómo será esto posible”) contra el que tuvo que seguir luchando muchos años para hacer con su música lo más noble que un ser humano puede hacer: contribuir a la felicidad de los demás.

Antonio Torralba

[Publicado hoy en El Día de Córdoba]

viernes, 18 de diciembre de 2009

[18 de diciembre de 2009. Conciertos Extraordinarios de Navidad I. Ludwig van Beethoven, Concierto para piano y orquesta n. 1, Op. 15 en do mayor; Concierto para piano y orquesta n. 2, Op. 19 en si bemol mayor; Concierto para piano y orquesta n. 4, Op. 58 en sol mayor. Javier Perianes, piano. Orquesta de Córdoba. Manuel Hernández-Silva, dirección. 20:30 horas. Lleno]

Una extraordinaria lección de música, a cargo de Beethoven, Perianes, Hernández-Silva y la Orquesta de Córdoba, ha sido el regalo de Navidad que los responsables de esta formación han querido ofrecer a sus seguidores.

En la primera de las dos sesiones de que consta (la segunda es hoy mismo) pudimos degustar los dos primeros y el cuarto de los cinco conciertos para piano que integran la aportación genial de Beethoven a la forma. Escucharlos juntos en una sola velada subraya el asombro que la evolución del lenguaje musical del genio de Bonn experimenta en tan solo unos años: el paso de la estética clásica (modelada por las influencias de Haydn y Mozart) a la romántica, resultado de su sorprendente evolución expresiva. Formalmente, nos parece estar ante los mismos esquemas: un primer movimiento rápido modelado sobre esa especie de novela con sonidos que conocemos como “forma-sonata”, un segundo tiempo de efusión lírica y un alegre rondó final. Pero mientras en los dos primeros conciertos el diálogo entre el solista y la orquesta está guiado por el educado protocolo, por la galantería de las buenas formas, el cuarto es otra cosa. El encanto es suplantado por la pasión, por la fantasía que desborda a cada paso los antiguos moldes. La relación entre el piano y la orquesta (el singular comienzo sin el habitual tutti orquestal ya lo muestra) es más cercana, más libre, más romántica. Orfeo lucha con las furias, según el programa tradicionalmente atribuido al contrastante segundo movimiento.

También los intérpretes nos dieron una lección de técnica al servicio de la expresividad. Perianes es un pianista que parece reunir todas las cualidades imaginables: sonido, claridad, virtuosismo, empatía con los músicos y el público. Estuvo brillante. Él sobre todo, pero también nuestra orquesta y su director, lograron dejarnos con ganas de escuchar los dos conciertos restantes. A poco que su realización de hoy se aproxime a la excelencia de la que comento, el gesto valiente de afrontar los cinco conciertos de Beethoven en un par de sesiones será también como decía una inolvidable lección de música. Y por parte de sus promotores una no menos encomiable lección de gestión cultural de altura.

Antonio Torralba

[Publicado hoy en El Día de Córdoba]


martes, 8 de diciembre de 2009

CULTURAL, ARTÍSTICO Y DEPORTIVO

En estos días se debate en los centros de enseñanza secundaria el documento que sobre su nueva organización propone la Junta de Andalucía.

Un aspecto llamativo del mismo es la regulación de los departamentos didácticos, es decir, de los órganos colegiados que tradicionalmente han venido agrupando a los profesores de una misma materia.

El aspecto novedoso es que la Consejería ha pensado que no debe haber, por ejemplo, un Departamento de Geografía e Historia y otro de Filosofía, como ha venido ocurriendo desde antaño, sino un nuevo y unificado Departamento Social y de Ciudadanía, al que también se adherirán, por cierto, los profesores de Economía. Los idiomas se agruparán en un Departamento de Lenguas Extranjeras; Física y Química, Biología y Geología, Tecnología e Informática en uno llamado Científico-Tecnológico, etc.

Aunque mi especialidad no es la educación de adultos, creo intuir, por la nueva nomenclatura, el error de concepto que justifica esta modificación. Quienes gestionan la enseñanza han creído que se fomentan las competencias educativas (las famosas ocho capacidades que la enseñanza ha de promover en el alumnado) poniendo sus nombres a los departamentos. Es éste un tic relativamente habitual en la evolución reciente de la legislación educativa: confundir objetivos con contenidos. Si por ejemplo un objetivo de la materia Biología puede ser concienciar a los alumnos de la importancia del cuidado del medio ambiente, pues directamente cambio el nombre a la materia y la llamo Medio Ambiente. Si un objetivo de Latín es fomentar el conocimiento de la cultura clásica está claro que hay cambiarle el rótulo: Cultura Clásica en adelante.

Algunas asignaturas ya han nacido así con sus nombres-objetivo puestos: Educación para la Ciudadanía. Pero estos nombres, estas formas de llamar, de organizar restan aroma a los saberes, los diluyen, los reducen, los empobrecen… Porque suelen consistir, como digo, en la elección de un objetivo. Y en el olvido de los contenidos. Siempre sin mesura los cambios, siempre a bandazos; para que se nos note.

¿Y qué han hecho con esas asignaturas que ya tradicionalmente (del siglo XVIII para acá) han tenido una presencia escasa en las enseñanzas generales? Pues las han considerado tan importantes que las han puesto juntas.

Los profesores especializados en María Magdalena, Maria de Betania y María Salomé se unen en un departamento con nombre de ateneo de provincias: el Departamento Cultural, Artístico y Deportivo. “Pertenecerá a este departamento el profesorado de las especialidades de dibujo, de música y de educación física”.

Desde él, como las santas mujeres, seremos testigos de una resurrección humanística y científica sin precedentes.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Sonidos del Siglo XIX

[3 de diciembre de 2009. Temporada de abono. Edward Elgar, Serenata para cuerdas en mi menor, Op. 20. Niccolò Paganini, Concierto para violín y orquesta nº 1 en Re mayor, Op. 6. Ludwig van Beethoven, Sinfonía n. 2 en re mayor, op. 36. Francisco Montalvo, violín. Orquesta de Córdoba. Adrian Leaper, dirección. 20:30 horas]

Muestra interesante de la variedad musical del XIX la que ofreció el jueves la Orquesta de Córdoba. Estuvo dirigida para la ocasión por el actual director de la de RTVE, el inglés Adrian Leaper, y contó con otro invitado de lujo: el joven (17 años) y brillante violinista cordobés Francisco Montalvo.

La variedad fue cronológica (de Beethoven a Elgar), formal (una serenata, un concierto y una sinfonía), de intención estética… y, por qué no decirlo, de calidad; en efecto, un abismo separa la verdad musical de Beethoven (que hace una obra para la Humanidad) de los malabarismos un tanto intrascendentes de Paganini, quien, en cierto modo, hace una obra para sí mismo. En un punto medio (más del lado de la emoción intemporal, por supuesto), la obrita de Edward Elgar.

Su Serenata para cuerdas en mi menor, que abrió la velada, es una pieza en tres breves movimientos escrita en marzo de 1892. Los tres (en especial, el segundo) son una maravilla: piezas de ésas que deleitan por igual a los públicos versados y a los que se acercan por primera vez a las músicas cultas. Es ésta una cualidad de buena parte de la música inglesa en todas las épocas y se fundamenta en gran medida en algo que destacaron sus observadores desde antiguo: la contenance angloise es una mezcla de elegancia y sencillez.

Frente a ella, y el contraste pareció jugar en su contra, los alardes de Paganini: su concepción circense del instrumento, su idea de la forma concierto como una carrera de obstáculos a cuya meta llega el intérprete a veces, pero casi nunca la música. Era la primera vez que escuchaba en directo a Francisco Montalvo y me hubiera gustado haber disfrutado su arte con otro repertorio en el que sus cualidades evidentes (belleza de sonido, fraseo expresivo…) hubieran brillado más; y que no hubiera puesto tan al límite su indiscutible virtuosismo. Tiempo (y oportunidades) habrá en el futuro de apreciarlo y de poderse unir sin reservas a la calurosa ovación que le brindó el público que llenaba el Gran Teatro.

En la segunda parte, que nos llevaba a los albores del siglo, el disfrute fue total. Leaper nos ofreció una lectura elegantísima de una obra maestra: la Sinfonía n. 2 de Beethoven. Y la Orquesta de Córdoba estuvo a la altura. De nuevo el segundo tiempo, un Larghetto como en la obra de Elgar, alcanzó a mi juicio el punto culminante de la noche. Y nos murmuró al oído el secreto del que toda la música habla.

Antonio Torralba