martes, 17 de febrero de 2009

Hoy comamos y bebamos

Como la música es pariente pobre de las otras artes, el salmantino Juan de Fermoselle (para la historia Juan del Enzina) es acaso todavía más conocido por sus aportaciones a la literatura (y, más concretamente, al teatro) que por su contribución fascinante al desarrollo de nuestra música renacentista.
La verdad es que ambas aportaciones –la teatral y la musical- son malamente separables, como bien muestra el famosísimo ejemplo que hoy traemos: una de las muchas y variadas versiones de su villancico “Hoy comamos y bebamos”. Esta obra polifónica a cuatro voces fue compuesta para ser cantada al final de la égloga 6, la cual, según el Cancionero de 1496 (principal fuente para su obra literaria), fue “representada la misma noche de Antruejo”, es decir la última noche de Carnaval. Encina llamaba a sus obras dramáticas en verso “églogas” y era frecuente que incluyera en ellas piezas musicales como esta festiva versión cazurra del tópico del “carpe diem”: que el ayuno de mañana de que habla la pieza no es otro que el de la muerte (“tomemos hoy gasajado,/ que mañana vien la muerte”).
El ritmo es uno de los elementos más interesantes de la pieza. Habría que comenzar diciendo que es de las pocas piezas de Encina escritas en ternario simple, lo que, reduciendo los valores a la cuarta parte y expresándonos en términos modernos, daría un ¾. No obstante, los juegos continuos (sugeridos por la propia textura y por las ligaduras) entre acentuaciones binarias y ternarias dan lugar a una mezcla de ritmos de fuerte sabor popular.
La melodía principal, seguramente preexistente, como el propio refrán en que se basa el texto, es extremadamente simple, de muy reducido ámbito (una quinta) y con predominio de los grados conjuntos. Está en el modo de re, que es uno de los preferidos por nuestro autor. La colocación del texto rehuye igualmente los melismas y demás artificios. Y la estructura sigue la del villancico, con su estribillo (“Hoy comamos y bebamos/ y cantemos y holguemos,/ que mañana ayunaremos”) y sus estrofas, que contienen la música de la estrofa propiamente dicha (“Por honra de San Antruejo/ parémonos hoy bien anchos./ Embutamos estos panchos,/recalquemos el pellejo”) y una repetición de la del estribillo que se conoce como vuelta (“que costumbre es de concejo/ que todos hoy nos hartemos, / que mañana ayunaremos”).
La textura armónica, de fuerte carácter homofónico, nos produce la impresión, habitual en el salmantino, de encontrarnos con una armonización hecha a partir de una melodía anterior, aspecto éste que no puede ser demostrado, pero que se intuye a menudo en los romances y villancicos de Encina, maestro en llenar de dramatismo (“Una sañosa porfía”), ternura (“Ay triste que vengo”) o comicidad (“Fata la parte”), el afecto de una melodía sencilla mediante los acordes que coloca debajo. Aquí habría que hablar de la modernidad de Juan de la Encina y de otros autores, activos en torno a la fecha del Descubrimiento de América, representados también en el Cancionero de Palacio. Esta modernidad llega probablemente por la triple vía de la búsqueda de la expresión, del enraizamiento popular y del camino hacia la tonalidad. En el primer aspecto, España se adelanta un siglo a Italia: es lo que Querol llamó el humanismo musical de nuestro Renacimiento. Poeta y músico, Encina sabe realzar con sobriedad y eficacia lo que la letra dice, presentándolo como un todo. Renunciando a los complejos contrapuntos de la escuela franco-flamenca, que conoce y domina, Encina da un gigantesco paso adelante, que algunos musicólogos, paradójicamente, han confundido con primitivismo o herencia medieval. El segundo aspecto, el enraizamiento popular, da un sello personalísimo a las letras y músicas de nuestros cancioneros (el de la Colombina o el de Segovia son otros buenos ejemplos), porque la realidad histórica de España en esa época, con la fusión de elementos árabes, judíos y cristianos, es única en Europa. Y lo mismo que nuestros textos se llenan de bellas moras y problemas fronterizos, nuestras melodías y ritmos siguen estrujando la vieja herencia del zéjel. Y vamos al tercer aspecto, que hay que tocar con cuidado para no caer en anacronismos, el camino hacia la tonalidad. Aquí, con sus particularidades, nuestra música comparte tendencias con la frottola italiana y otras formas de carácter profano y homofónico que se dan en toda Europa. Es seguramente ese mismo carácter homofónico el que invita a ir explorando sobre todo en las cadencias (ese do# del tenor), el camino hacia la tonalidad que más tarde explotará la monodía acompañada.
La pieza propuesta, como otras de Encina, es riquísima en sugerencias pedagógicas para su utilización en cualquier curso.
Formando parte de un temario estructurado en torno al eje histórico (4º de ESO o Bachillerato), nos permite ejemplificar la alegría de vivir en que se basa el espíritu renacentista (¡qué lejos queda el “Ad mortem festinamus” del Llibre Vermell) y la unión letra-música en que descansa toda su música vocal. En esos cursos altos igualmente nos puede dar pie a experiencias interdisciplinares con la asignatura de literatura (estrofas, temas, vocabulario, popular, topica literaria…) o con actividades de teatro.
Y formando parte de temarios menos formales, como los que suelen articular los contenidos de los primeros cursos de la ESO, nuestra canción, partiendo de la sugerencia provocadora de una pregunta “¿villancicos en Carnaval?” puede dar lugar a un sinfín de actividades instructivas y divertidas, que van desde la interpretación de la pieza hasta la realización de contrafacta de la misma con la invención de nuevas letras (incluso en otras lenguas), la búsqueda de obras de arte alusivas (¡Brueghel!), la comparación con las letrillas actuales de Carnaval, el contraste con la polifonía religiosa de la época, la representación del final de la égloga, etc, etc.
En fin, que Juan del Encina puede venir cinco siglos después y trabajar para nosotros en lugar de para los Duques de Alba. Y hará justamente lo mismo que hacía para ellos (y esto está documentado): se presentará en el momento menos esperado bailando y dando saltos disfrazado de pastor y nos llenará la clase de música de lo que nunca debe faltar en ella: la alegría.



Hoy comamos y bevamos,
y cantemos y holguemos,
que mañana ayunaremos.

Por honra de San Antruejo
parémonos hoy bien anchos.
Embutamos estos panchos,
recalquemos el pellejo:
que costumbre es de concejo
que todos hoy nos hartemos,
que mañana ayunaremos.

Honremos a tan buen santo
porque en hambre nos acorra;
comamos a calca porra,
que mañana hay gran quebranto,
Comamos, bevamos tanto
hasta que nos reventemos,
que mañana ayunaremos.

Beve Bras, más tu Beneito.
Beva Pedruelo y Lloriente,
Beve tú primeramente;
quitarnos has desse preito,
En bever bien me deleito:
daca, daca, beveremos,
que mañana ayunaremos.

Tomemos hoy gasajado,
que mañana vien la muerte;
bevamos, comamos, huerte,
vámonos carra el ganado.
No perderemos bocado,
que comiendo nos iremos,
y mañana ayunaremos.


13 comentarios:

Anónimo dijo...

Me has hecho reir, en tu último
punto del comentario, que hoy para
mí es importante.
"La música hoy, no es pariente pobre, de nada, y menos de ningún arte".Hoy No es tu día. Mª Luisa.

Fran dijo...

Me lo estaba pensando pero me has convencido: Los de 4º la van a cantar.
(mi hermana y yo nos partimos de risa haciendo versiones gore de esta letra)

Anónimo dijo...

Torro, magnífico artículo Si es que no se puede escribir mejor!

Anónimo dijo...

Antonio: Comamos y bebamos, holguemos y cantemos, con nuestros
amigos. Pero nunca hablemos con ellos de negocios. Mª Luisa.

Anónimo dijo...

Escribe, como toca en cinco siglos
es un "ENCANTADOR DE SERPIENTES".
Mª Luisa.

Anónimo dijo...

Llegué hasta aquí ya que yo fui quien colgó el vídeo en youtube y estaba "cotilleando" los reproducctores insertados, de lo cual me alegro mucho ya que me ha parecido muy interesante todo lo que has escrito.
Me encanta Juan del Enzina desde mis tiempos de instituto, como escritor pero también como músico, dos facetas, como bien dices, en su caso inseparables.
Un saludo.

Papafritsky dijo...

Llegué hasta acá buscando la letra. Estaba oyendo mi versión del Pro Musica de Rosario, y esta vez presté más atención a la letra; en la parte final, donde dice
"... No perderemos bocado,
"que comiendo nos iremos,"


me pareció oír
"que a la mierda nos iremos".

Como me pareció raro, busqué...
Bueno; gracias por la letra :)

Anónimo dijo...

MOLA MAZOOO *__*

Anónimo dijo...

En la letra se repite "bevamos" con v y es con b, ya se que es castellano antiguo, pero no todo el mundo lo sabe.
Creo que lo deberías cambiar,CREO.

Anónimo dijo...

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Gracias por tus comentarios. He llegado a tu blog buscando un vídeo con la representación de la Égloga de Antruejo. ¿Alguien puede decirnos como localizar una representación teatral de la Égloga?