Los buenos amigos nos ayudan a conocernos, a explorar facetas de nuestra personalidad que, sin su estímulo o inspiración, hibernarían quizás.
Josep Tubau y su esposa Pilar Ramos dedican muchas horas de su vida a construir flautas; pero a quien visita su taller lo que fascina no es tanto el resultado a menudo excelente de esa labor, como el contexto que la rodea: ese ambiente en el que la humildad auténtica, la sabia curiosidad, la generosidad, la inteligencia y la bondad convierten cada minuto allí en un ejercicio espiritual de altura. Y propician el empeño que he visto en Josep desde que lo conozco hace ya más de un cuarto de siglo: aprender, llegar a entender mejor los asuntos de que se ocupa. Por ejemplo, encontrando las preguntas adecuadas.
Por eso el taller es una grata amalgama de rincón artesano y laboratorio científico que sus propios creadores gustan mirar con humor.
Digo que amigos como estos nos estimulan, porque uno sale de allí con el propósito de hacer las cosas también un poco así.