Cualquier época del año es buena para escuchar esta bien conocida joya del arte musical. En una obra llena de maravillas musicales, de pronto surge ésta que parece sobrehumana. No tiene ese ritmo fluyente de danza de las grandes arias bachianas. Por no tener, no tiene ni bajo continuo. Cruzando los haces de luz que brotan de la flauta y de la voz, Bach crea un holograma que nos hace sentir con dulzura la desolación y el vacío.
Por amor mi Salvador va a morir,
aunque de pecado no sabe nada,
para que la eterna perdición
y el castigo del juicio
no caigan sobre mi alma.