Llevábamos algunos días sin una delicia de Vivaldi. Ésta es de las fuertes, de las que no eres capaz de oír sólo una vez, la conozcas o no. Dos versiones con la misma cantante: Nathalie Stutzmann. La primera tiene el encanto del directo de hace menos de un mes. Y la segunda (la del disco en Naïve de Sardelli, que ya anduvo por aquí), mucho mejor en todos los sentidos, es de llorar.
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