Puede que los
profesores de música en la Educación Secundaria tengamos parte de culpa. Es
decir, puede que no sólo seamos víctimas sino también, en cierto sentido y en
algún grado, responsables de que las asignaturas relacionadas con la música
estén a punto de desaparecer de los institutos, de que continúen su particular
viacrucis comenzado ya hace algún tiempo. Es posible que nos hayan faltado
claridad de ideas, empuje y una vocación clara hacia unas enseñanzas que no son
"de Conservatorio", sino otra cosa. Resumamos primero las sucesivas
catástrofes.
A la presencia de las más masiva de las artes en los
centros de Secundaria le sobrevino una primera desgracia con la desaparición
del Bachillerato Unificado Polivalente. No se dio el deseable paso de la
Historia de la Música de Primero de BUP al curso equivalente de la ESO, esto es,
al Tercero. Se decía que era una asignatura "demasiado teórica" y que
era mejor sustituirla por (y no complementarla con) una Música de "carácter más
práctico" en los dos primeros cursos de la ESO, los que, en edad del
alumnado, se corresponderían con los antiguos Séptimo y Octavo de EGB. Ahí, la
materia se lanzó a nadar en un mar de dudas: entre la flauta dulce y el
lenguaje musical de la Primaria, por un lado, y las audiciones y la historia de
la música de la Secundaria, por otro. La normativa parecía pedir un poquito de
todo y más, pero sin un hilo conductor claro, sin realismo y, en esto como las
demás materias del currículo, con altas dosis de indeterminación. Había muchos profesores (además de, prácticamente,
todos los asesores de la administración) para los que la música o es un
ejercicio práctico o no es; porque pocos piensan que este arte merezca ser
estudiado, como la pintura por ejemplo, sin un instrumento entre las manos. El
resto eran endebles optativas (en Cuarto de ESO y en uno de los cursos del
Bachillerato), ofertadas en muy pocos centros y casi siempre, en la práctica, a
los alumnos menos brillantes y/o motivados.
La segunda calamidad llegó con la supresión a nivel estatal de la optativa Historia de la
Música en Bachillerato, que pudo salvarse in extremis en Andalucía gracias a
las eficaces presiones de un grupo de profesores de instituto y de universidad.
Incluso aquí, en que la optativa pudo salvarse para el Bachillerato de
Humanidades, la materia se debilitó aún más y son muy poco los centros en que
se cursa.
La tercera tragedia es muy reciente. El aumento del
horario lectivo del profesorado hace que no haya horas en muchísimos centros ni
para un solo profesor de música. Y ya se está viendo cómo algunos institutos
prescinden del especialista y, como cuando yo era estudiante, reparten las
Músicas del primer ciclo de la ESO entre los profesores de cualquier otra
asignatura.
El degüello definitivo está al caer. La llamada Ley Wert
precariza aún más la oferta de las materias musicales dejándolas como optativas
ya completamente. Puede que las comunidades autónomas (y ojalá la nuestra)
enmienden un poquillo el entuerto, pero uno sospecha que es difícil que un perro
tan flaco no acabe siendo todo pulgas.
Los auditorios están llenos de un público de edad cada
vez más avanzada que escucha orquestas formadas por músicos cada vez más
jóvenes. No hay que ser un lince para darse cuenta de que los conservatorios
están haciendo mejor su trabajo que los institutos, habida cuenta de que parece
claro que los primeros forman principalmente músicos y los segundos
público. No soy de añorar tiempos
pasados, pero recuerdo con mucho cariño grupos de alumnos del BUP que se
volvían pequeños melómanos y acudían cada recreo al préstamo de discos buscando
sinfonías de Beethoven o conciertos de Vivaldi. No eran muchos aquellos en los
que la afición cuajaba, pero eran. La formación de un oyente sensible es algo no opuesto pero sí
distinto a la formación de un músico. Recordemos que no son los músicos
precisamente quienes llenan las salas de conciertos. La existencia de asignaturas
encaminadas a la formación de la sensibilidad hacia el patrimonio musical y a
la reflexión sobre el hecho y el entorno sonoro es una necesidad inexcusable en
la segunda enseñanza. Porque la música, a diferencia de todas las demás artes,
es ineludible, llega a todos queramos o no.
Antonio Torralba
Profesor de Música de
Instituto y Músico