Aunque también va a publicarse (creo) ahora en la revista de Vejer de que os hablaba el otro día, escribí esta nota el año pasado.
APRENDER Y ENSEÑAR
Desde antiguo se sabe que aprender y enseñar son como dos caras de la misma moneda. Cicerón escribió "Si quieres aprender, enseña"; y perfectamente podría haberlo formulado (otros lo hicieron) al revés: "Si quieres enseñar, aprende".
Las aptitudes (y actitudes) para una actividad llevan aparejadas las necesarias para la otra. Y son consustanciales a la esencia del ser humano, que al parecer necesita compartir para ser feliz o para simplemente ser.
¿Por qué, entonces, la enseñanza pasa por momentos tan extrañamente difíciles? Imagino que hay muchas causas, pero me gustaría apuntar dos que me parecen explicativas.
Las últimas reformas que se han hecho en España han estado lideradas por persones del mundo dela FP , que han intentado aplicar criterios de evaluación y fomento de la calidad provenientes del mundo de la empresa. Parecía partirse de la idea de que la capacitación profesional debía ser la meta desde edades tempranas. Algunas asignaturas resultaban incómodas (¿Latín?, ¿Griego?, ¿Historia de la música?), otras debían ser reformuladas hacia su aplicación más práctica (Filosofía y Ciudadanía). Se llenaron los horarios de Tecnología. En muchos centros, como no había dotación suficiente de talleres, esta asignatura práctica se volvía teórica por razones prácticas. En los casos más afortunados, suplía la falta de teatro: “a ver, imagina que tienes el berbiquí en la mano, ¿qué haces ahora?”. Mimo. Y desconcierto.
Los institutos se llenaban de problemas porque a los profesores les cambiaron radicalmente la clientela. Era como si todos se hubieran equivocado de colegio muy temprano por la mañana. Los alumnos que venían dejaron de venir: se fueron yendo a la concertada. Y peor: Los que no venían empezaron a venir. Eran dos grupos de mucha enjundia: los del primer grado de la antigua FP y los de los dos últimos cursos (séptimo y octavo) dela EGB. Estos muchachos eran muy diversos (una palabra que…), pero tenían (tienen) en común algo que les daba (da) una fuerza enorme: no querían. No quieren. Y nadie les da motivos para querer. La motivación, sí, la otra palabra.
En este contexto, los disparates que hemos ido viendo en los últimos años, cobraban la comicidad (vistos desde fuera), la tragedia (vistos desde dentro), el absurdo (vistos desde cualquier lado) de una obra de Ionesco. Son tantos. El más desagradable tiene que ver con la burocracia: los profesores van por los pasillos escondiéndose unos de otros temiendo que sus compañeros les pidan alguno de los innumerables papeles en cuya escritura e intercambio parece consistir ahora la actividad docente.
Como esta revista es de alumnos y de profesores, pensando en los primeros (si alguno ha llegado hasta aquí), aclararé que los tres párrafos anteriores son sólo una explicación de por qué a veces estamos todos tan nerviosos. Tan asustados. Podríamos intentar olvidarnos de todo eso durante cada clase. Porque, a diferencia de los profesores, los alumnos sólo hacen los cursos (más o menos) una vez… Y merece la pena aprovechar esos momentos tan bonitos de aprender y de enseñar.
Las últimas reformas que se han hecho en España han estado lideradas por persones del mundo de
Los institutos se llenaban de problemas porque a los profesores les cambiaron radicalmente la clientela. Era como si todos se hubieran equivocado de colegio muy temprano por la mañana. Los alumnos que venían dejaron de venir: se fueron yendo a la concertada. Y peor: Los que no venían empezaron a venir. Eran dos grupos de mucha enjundia: los del primer grado de la antigua FP y los de los dos últimos cursos (séptimo y octavo) de
En este contexto, los disparates que hemos ido viendo en los últimos años, cobraban la comicidad (vistos desde fuera), la tragedia (vistos desde dentro), el absurdo (vistos desde cualquier lado) de una obra de Ionesco. Son tantos. El más desagradable tiene que ver con la burocracia: los profesores van por los pasillos escondiéndose unos de otros temiendo que sus compañeros les pidan alguno de los innumerables papeles en cuya escritura e intercambio parece consistir ahora la actividad docente.
Como esta revista es de alumnos y de profesores, pensando en los primeros (si alguno ha llegado hasta aquí), aclararé que los tres párrafos anteriores son sólo una explicación de por qué a veces estamos todos tan nerviosos. Tan asustados. Podríamos intentar olvidarnos de todo eso durante cada clase. Porque, a diferencia de los profesores, los alumnos sólo hacen los cursos (más o menos) una vez… Y merece la pena aprovechar esos momentos tan bonitos de aprender y de enseñar.
4 comentarios:
Brillante
Creo no, se publicará seguro ¿cómo iba yo a privar a la revista de este artículo tan bueno? Ya no sé cuántas veces lo he leído... cada vez me gusta más. Un beso muy fuerte.
Me recuerda un montón al video este que vimos del hombre que criticaba la enseñanza en EEUU (genialmente animado por unos soçimpáticos dibujos)
Muy buen artículo, y muy graciosas las caídas humorísticas. A mí no me quita nadie de la cabeza que la reforma la han hecho a propósito para embrutecernos, para volvernos entes manipulables y consumistas que nos dejemos llevar por el mandato de las multinacionales; para que nos creamos libres y al mismo tiempo estemos haciendo lo que nos dicen desde arriba: los políticos, los publicistas... Parece no importarles que esto destruirá el país: una sociedad sin educación es un suicidio. Ellos dirán que detrás de ellos, el diluvio... Pero cuando esto reviente del todo, ¿qué hacer?
En cuanto a tu coda, lo de olvidarse de todo en cada clase, resulta imposible: la desmotivación de los chicos es tal, su ignorancia (salvo excepciones) tan grande, lo que habría que cambiar sería tanto (imagina, si un niño tiene lagunas impresionantes desde la Primaria...) y nuestro poder de actuación tan escaso que no nos resta más que suspirar, respirar hondo y decirnos como consuelo: "Es lo que hay".
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