VIERNES 20 DE ENERO
20:00 HORAS
GRANADA: Crucero del Hospital Real
GLOSAS DE PALACIO
El arte de la glosa en España desde los tiempos de los Reyes Católicos
I: RENACIMIENTO
Anónimo (S. XV)
Propiñan de Melyor, glosas instrumentales
Juan del Encina (1468-h. 1529)
Qu’ es de ti desconsolado, glosas instrumentales sobre un romance
Si habrá en este baldrés, glosas instrumentales sobre un villancico
Anónimo sefardí (Esmirna)
Triste estaba el Rey David, glosas instrumentales sobre una endecha
Anónimo (S. XV)
Enemiga le soy madre, glosas instrumentales sobre un villancico
Francisco de la Torre (h. 1460-h. 1504)
Dime triste corazón, glosas instrumentales sobre un villancico
Juan del Encina (1468-h. 1529)
Pedro y bien te quiero, glosas instrumentales sobre un villancico
II: BARROCO
Anónimo (S. XVII)
Folías, glosas instrumentales
Luis de Briceño (h. 1580-¿)
Dança llamada La Españoleta y Gran Chacona, danzas
Emilio de Cavalieri (h. 1550-1602)
Gran Duque de Florencia y Vuelta, glosas
Gaspar Sanz (1640-1710)
Españoletas, glosas
Anónimo (S. XVII)
Vacas, glosas instrumentales
Gaspar Sanz (1640-1710)
Villano, glosas instrumentales
Zarabanda, glosas instrumentales
CINCO SIGLOS
Miguel Hidalgo, vihuela y guitarra renacentistas/ guitarra barroca/ dirección
Antonio Torralba, flautas renacentistas/ flautas barrocas
Gabriel Arellano, viola renacentista/ violín barroco
José Ignacio Fernández, bandurria renacentista/ bandurria barroca
Daniel Sáez, rabel bajo y colachón/ violonchelo barroco
Antonio Sáez, percusión
GLOSAS DE PALACIO
El arte de la glosa en España desde los tiempos de los Reyes Católicos
Durante siglos, el arte de la glosa fue el arte. Era ejercicio (ars) antes que invención, desarrollo antes que idea; más recurrencia que ocurrencia. Crear consistía en frecuentar la tradición, explicarla, variarla para que no muriera. Se glosa lo que es seminal (y, por ende, inagotable), oscuro (y ha de observarse con detenimiento), admirable (y resiste a la asiduidad de la mirada); y, así, una glosa es tanto una explicación como un rodeo: un acercamiento tímido, una humilde peregrinación, una escalada; algunas pocas veces, también un alarde.
En música, la glosa (variación que compone o improvisa el músico sobre un esquema melódico y/o armónico preexistente) y lo que hoy llamamos arreglo o realización (adaptación de un material musical con vistas a una ocasión concreta) brotan de la misma esencia: el deseo de que la música sea siempre actual sin dejar por ello de reconocerse. Y así, en los albores de la música instrumental casi toda la producción gravita en torno al concepto de glosa. Se componen grandes misas sobre el tema de una canción de moda y se producen miles de realizaciones instrumentales y vocales sobre ciertos tañidos de fama, como la folia, la zarabanda, la pavana o la chacona. Se escriben tratados explicando las maneras de “echar diferencias” y se documenta incluso la censura a ciertos músicos demasiado proclives a exagerar el uso de la variación improvisada en ámbitos poco adecuados, como el de la iglesia.
Y es que la glosa, si bien fue señora de todas las músicas, brillaba especialmente en la intimidad de la cámara, en el regocijo privado de la sala. Allí, los músicos de instrumentos bajos (los de poco volumen, como las vihuelas o las flautas) desarrollaron un arte de gran sutileza.
La primera parte de este recital recrea esos ejercicios en los primeros tiempos del Renacimiento. Siguiendo los dictados de la tratadística de la época, “echamos glosas” sobre villancicos y romances de nuestros cancioneros de más temprana datación; y las hacemos sonar con los instrumentos que, según consta documentalmente, animaban las cámaras de doña Isabel y don Fernando, así como los aposentos, llenos también de música, del infante don Juan y otros grandes hombre del tiempo: las flautas de boj, las vihuelas de arco y de mano, los rabeles…
La segunda parte de nuestra velada pretende ofrecer pinceladas de la evolución posterior del arte de la variación sobre tañidos de fama, arte testimoniado en los libros de tecla y de guitarra, así como en otras fuentes que nos abren ventanas a las salas del XVII. Vicente Espinel dejó escrita en su Vida del Escudero Marcos de Obregón (1618) una evocadora descripción de la música que las llenaba: “la música instrumental de sala, tanto más tiene de dulzura y suavidad, cuanto menos de vocería y ruido, que, como el juez que es el oído, está muy cerca, percibe mejor y más atentamente las especies que envía al alma, formadas con el plauso de la media voz”.
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