[18 de junio de 2009. Concierto de Clausura de Temporada. Johannes Brahms, Un réquiem alemán op. 45. Christina Giannakopoulo, soprano. Juan Tomás Martínez, barítono. Coro Sinfónico de Córdoba (Coro de Ópera Cajasur -Dir.: Diego González Ávila- y Coro Ziryab –Dir.: Javier Sáenz-López Buñuel-). Orquesta de Córdoba. Manuel Hernández Silva, dirección. Gran Teatro de Córdoba. 20:30 horas. Lleno]
Un réquiem alemán op. 45 de Johannes Brahms (1833-1897) no es una misa de difuntos, sino una especie de monumental cantata fúnebre en la que el autor medita sobre la vida y la muerte a través de una selección de frases y textos de la Biblia alemana de Lutero. Como este dato esencial pudiera no ser conocido por la totalidad del público, hubiera estado bien incluir al menos el título de los siete movimientos de la obra en el programa de mano, ya que quizás la premura con que hubo de realizarse una nueva edición del mismo (por la sustitución de la soprano inicialmente anunciada) dejó acaso fuera las habituales e interesantes notas de Juan Miguel Moreno. Al margen de esta circunstancia, y pensando en futuras obras de este tipo, sugeriría la proyección del texto en la parte superior del escenario como se hace a veces en las óperas.
El seguimiento en tiempo real del texto hubiera ayudado a la comprensión por parte de los oyentes de las recurrencias musicales que jalonan una obra cuya unidad estructural es uno de sus aspectos más cautivadores. También hubiera aumentado la admiración que produjo en los asistentes la dirección de Hernández Silva, que fue estupenda, alcanzando especiales cotas de maestría y emoción en el complejo sexto tiempo (“Pues no tenemos en la tierra una morada permanente”), donde brilló igualmente el barítono Juan Tomás Martínez, de voz potente y musical.
El Coro Sinfónico de Córdoba (suma de dos de los mejores de la ciudad: el Ziryab y el Cajasur) estuvo muy bien a partir del segundo número y demostró solvencia y buen gusto en esta obra tan difícil para la cuerda de sopranos sobre todo. Me pareció espectacular la forma en que (a la par que la Orquesta, que también comenzó titubeante) fue creciéndose a lo largo de la casi hora y media que duró la velada alcanzando momentos sublimes.
Dos fueron los acontecimientos que impulsaron a Brahms a componer su réquiem: el fallecimiento en el verano de 1856 de su amigo Robert Schumann y, muy especialmente, la muerte de su propia madre en febrero de 1865. El quinto número (el último en ser completado) contiene la música más conmovedora de esta obra sobre el consuelo y la esperanza. La soprano solista (correcta interpretación de Chistina Giannakopoulou) canta palabras de San Juan: “Ahora estáis afligidos; pero yo os volveré a ver, vuestro corazón se regocijará y nada podrá privaros de vuestro gozo”. Primero, en diálogo con las maderas. Luego, sobre el arrullo del coro que entona sotto voce las palabras más hermosas que puede oír un ser humano: “Os consolaré, como una madre consuela a su hijo”. Es lo que buscamos en el arte, lo que nos ha dado nuestra orquesta esta temporada y lo que nos promete para la próxima.
Antonio Torralba
Un réquiem alemán op. 45 de Johannes Brahms (1833-1897) no es una misa de difuntos, sino una especie de monumental cantata fúnebre en la que el autor medita sobre la vida y la muerte a través de una selección de frases y textos de la Biblia alemana de Lutero. Como este dato esencial pudiera no ser conocido por la totalidad del público, hubiera estado bien incluir al menos el título de los siete movimientos de la obra en el programa de mano, ya que quizás la premura con que hubo de realizarse una nueva edición del mismo (por la sustitución de la soprano inicialmente anunciada) dejó acaso fuera las habituales e interesantes notas de Juan Miguel Moreno. Al margen de esta circunstancia, y pensando en futuras obras de este tipo, sugeriría la proyección del texto en la parte superior del escenario como se hace a veces en las óperas.
El seguimiento en tiempo real del texto hubiera ayudado a la comprensión por parte de los oyentes de las recurrencias musicales que jalonan una obra cuya unidad estructural es uno de sus aspectos más cautivadores. También hubiera aumentado la admiración que produjo en los asistentes la dirección de Hernández Silva, que fue estupenda, alcanzando especiales cotas de maestría y emoción en el complejo sexto tiempo (“Pues no tenemos en la tierra una morada permanente”), donde brilló igualmente el barítono Juan Tomás Martínez, de voz potente y musical.
El Coro Sinfónico de Córdoba (suma de dos de los mejores de la ciudad: el Ziryab y el Cajasur) estuvo muy bien a partir del segundo número y demostró solvencia y buen gusto en esta obra tan difícil para la cuerda de sopranos sobre todo. Me pareció espectacular la forma en que (a la par que la Orquesta, que también comenzó titubeante) fue creciéndose a lo largo de la casi hora y media que duró la velada alcanzando momentos sublimes.
Dos fueron los acontecimientos que impulsaron a Brahms a componer su réquiem: el fallecimiento en el verano de 1856 de su amigo Robert Schumann y, muy especialmente, la muerte de su propia madre en febrero de 1865. El quinto número (el último en ser completado) contiene la música más conmovedora de esta obra sobre el consuelo y la esperanza. La soprano solista (correcta interpretación de Chistina Giannakopoulou) canta palabras de San Juan: “Ahora estáis afligidos; pero yo os volveré a ver, vuestro corazón se regocijará y nada podrá privaros de vuestro gozo”. Primero, en diálogo con las maderas. Luego, sobre el arrullo del coro que entona sotto voce las palabras más hermosas que puede oír un ser humano: “Os consolaré, como una madre consuela a su hijo”. Es lo que buscamos en el arte, lo que nos ha dado nuestra orquesta esta temporada y lo que nos promete para la próxima.
Antonio Torralba