domingo, 29 de enero de 2012

Romanticismo orquestal


[26 de enero de 2012. Ciclo Premium. Ludwig van Beethoven, "Obertura" de Fidelio, Sinfonía n. 5 en do menor. Piotr Ilych Chaikovski, Concierto para violín y orquesta en re mayor. Isel Rodríguez Trujillo, violín. Orquesta de Córdoba. Manuel Hernández Silva, dirección. Gran Teatro de Córdoba. 20:30 horas]

Las tres obras que sonaron en el quinto concierto de abono de la Orquesta de Córdoba pueden escucharse como una interesante síntesis de lo que significó el movimiento romántico en el terreno orquestal. El oyente siente cómo se pasó de la extraordinaria contundencia tonal y rítmica de las obras de Beethoven en los albores del período a las encantadoras pero relativamente decadentes construcciones formales de los finales, representadas el pasado jueves por el Concierto para violín y orquesta op. 35 de Chaikovski.
Parece que una parte de la inspiración para esta obra, estrenada en Viena en 1881, llegó al genial autor ruso tras la escucha de una reducción para violín y piano de la Sinfonía española de Lalo, cuya frescura y ligereza manifestó admirar. Isel Rodríguez Trujillo, concertino de la Orquesta de Córdoba desde 1994, afrontó con solvencia las extraordinarias dificultades técnicas del célebre concierto y ofreció una interpretación que fue creciendo en calidad artística hasta merecer los prolongados aplausos del público y de sus propios compañeros de la orquesta.
Igualmente meritorias me parecieron las interpretaciones de la obertura de Beethoven que abrió la velada y de la sinfonía que la cerró. Aunque no del todo libres de alguna vacilación rítmica o de eventuales imprecisiones de matiz, las dos lecturas hicieron justicia a estas maravillas del talento musical.

Antonio Torralba



[Publicado en El día de Córdoba]

jueves, 5 de enero de 2012

PRÓXIMO CONCIERTO DE CINCO SIGLOS EN GRANADA


VIERNES 20 DE ENERO
20:00 HORAS
GRANADA: Crucero del Hospital Real

GLOSAS DE PALACIO
El arte de la glosa en España desde los tiempos de los Reyes Católicos


I: RENACIMIENTO

Anónimo (S. XV)
Propiñan de Melyor, glosas instrumentales

Juan del Encina (1468-h. 1529)
Qu’ es de ti desconsolado, glosas instrumentales sobre un romance
Si habrá en este baldrés, glosas instrumentales sobre un villancico

Anónimo sefardí (Esmirna)
Triste estaba el Rey David, glosas instrumentales sobre una endecha

Anónimo (S. XV)
Enemiga le soy madre, glosas instrumentales sobre un villancico

Francisco de la Torre (h. 1460-h. 1504)
Dime triste corazón, glosas instrumentales sobre un villancico

Juan del Encina (1468-h. 1529)
Pedro y bien te quiero, glosas instrumentales sobre un villancico


II: BARROCO

Anónimo (S. XVII)
Folías, glosas instrumentales

Luis de Briceño (h. 1580-¿)
Dança llamada La Españoleta Gran Chacona, danzas

Emilio de Cavalieri (h. 1550-1602)
Gran Duque de Florencia y Vuelta, glosas

Gaspar Sanz (1640-1710)
Españoletas, glosas

Anónimo (S. XVII)
Vacas, glosas instrumentales

Gaspar Sanz (1640-1710)
Villano, glosas instrumentales
Zarabanda, glosas instrumentales

CINCO SIGLOS

Miguel Hidalgo, vihuela y guitarra renacentistas/ guitarra barroca/ dirección
Antonio Torralba, flautas renacentistas/ flautas barrocas
Gabriel Arellano, viola renacentista/ violín barroco
José Ignacio Fernández, bandurria renacentista/ bandurria barroca
Daniel Sáez, rabel bajo y colachón/ violonchelo barroco
Antonio Sáez, percusión



GLOSAS DE PALACIO
El arte de la glosa en España desde los tiempos de los Reyes Católicos

Durante siglos, el arte de la glosa fue el arte. Era ejercicio (ars) antes que invención, desarrollo antes que idea; más recurrencia que ocurrencia. Crear consistía en frecuentar la tradición, explicarla, variarla para que no muriera. Se glosa lo que es seminal (y, por ende, inagotable), oscuro (y ha de observarse con detenimiento), admirable (y resiste a la asiduidad de la mirada); y, así, una glosa es tanto una explicación como un rodeo: un acercamiento tímido, una humilde peregrinación, una escalada; algunas pocas veces, también un alarde.
            En música, la glosa (variación que compone o improvisa el músico sobre un esquema melódico y/o armónico preexistente) y lo que hoy llamamos arreglo o realización (adaptación de un material musical con vistas a una ocasión concreta) brotan de la misma esencia: el deseo de que la música sea siempre actual sin dejar por ello de reconocerse. Y así, en los albores de la música instrumental casi toda la producción gravita en torno al concepto de glosa. Se componen grandes misas sobre el tema de una canción de moda y se producen miles de realizaciones instrumentales y vocales sobre ciertos tañidos de fama, como la folia, la zarabanda, la pavana o la chacona. Se escriben tratados explicando las maneras de “echar diferencias” y se documenta incluso la censura a ciertos músicos demasiado proclives a exagerar el uso de la variación improvisada en ámbitos poco adecuados, como el de la iglesia.
            Y es que la glosa, si bien fue señora de todas las músicas, brillaba especialmente en la intimidad de la cámara, en el regocijo privado de la sala. Allí, los músicos de instrumentos bajos (los de poco volumen, como las vihuelas o las flautas) desarrollaron un arte de gran sutileza.
            La primera parte de este recital recrea esos ejercicios en los primeros tiempos del Renacimiento. Siguiendo los dictados de la tratadística de la época, “echamos glosas” sobre villancicos y romances de nuestros cancioneros de más temprana datación; y las hacemos sonar con los instrumentos que, según consta documentalmente, animaban las cámaras de doña Isabel y don Fernando, así como los aposentos, llenos también de música, del infante don Juan y otros grandes hombre del tiempo: las flautas de boj, las vihuelas de arco y de mano, los rabeles…
            La segunda parte de nuestra velada pretende ofrecer pinceladas de la evolución posterior del arte de la variación sobre tañidos de fama, arte testimoniado en los libros de tecla y de guitarra, así como en otras fuentes que nos abren ventanas a las salas del  XVII. Vicente Espinel dejó escrita en su Vida del Escudero Marcos de Obregón (1618) una evocadora descripción de la música que las llenaba: “la música instrumental de sala, tanto más tiene de dulzura y suavidad, cuanto menos de vocería y ruido, que, como el juez que es el oído, está muy cerca, percibe mejor y más atentamente las especies que envía al alma, formadas con el plauso de la media voz”.       


Antonio Torralba     

miércoles, 4 de enero de 2012

SANGRE VIENESA, SANGRE ESPAÑOLA


[2 de enero de 2012. Concierto de Año Nuevo. Federico Chueca, “Preludio” de La Gran Vía, “Preludio” de El Bateo. Johann Strauss II, Künstler leben, Vergnügungszug, Rosen aus dem Süden, Perpetuum mobile, Wiener Blut. Amadeo Vives, “Fandango” de Doña Francisquita. Pablo Sorozábal, “Preludio” de La del manojo de rosas. Franz von Suppé, Ein Morgen, ein Mittag und ein Abend in Wien. Pablo Luna, “Preludio” de El niño judío. Antonio Álvarez, Suspiros de España. Gerónimo Giménez, “Intermedio” de Las bodas de Luis Alonso. Orquesta de Córdoba. Manuel Hernández Silva, dirección. Gran Teatro de Córdoba. 20:30 horas]

Al igual que en la pasada ocasión, aunque con menos medios (sin coro, ni solistas), la Orquesta de Córdoba ha repetido este año la fórmula eficaz de unir músicas españolas y austriacas del repertorio clásico popular para celebrar la entrada del año nuevo. La idea es bastante eficaz, no tanto por asuntos patrióticos como porque la chispeante zarzuela hispana es insulina para el posible exceso de azúcar de la sangre vienesa.
            Trece piezas en programa, más dos propinas (El bello Danubio azul y Marcha Radetzky), fueron alternando los mundos no tan alejados de la zarzuela y la opereta, como con gracia y amenidad fue explicando el director Manuel Hernández Silva. Su simpática vitalidad, también verbal, fue crucial para animar una velada que, quizás sin ese empuje, hubiera podido parecer a algunos algo así como un “más de lo mismo pero yendo a menos”. Ya saben: el “merme”, que diría el cómico José Mota.
            Pero, obviamente, no fueron sólo la vis comica del director (bien patente, por cierto, también en la inevitable propina) y sus atinados comentarios los que lograron burlar cierta amenaza de monotonía. Brillaron muchas cualidades musicales de él mismo y de la orquesta, algunas de las cuales, no por repetidas, sería injusto dejar en el tintero. La veterana formación cordobesa mostró frescura y calidad en todas sus secciones, con especial protagonismo de las de viento y percusión; el solista de cello Mikhail Milman realizó una estupenda interpretación de sus evocadores solos en la obra de Von Suppé; y Hernández Silva dejó bien claros tanto su maestría a la hora de insuflar vigor rítmico a los repertorios de base folclórica, como su hondo conocimiento de las finezas del repertorio vienés. 
Maravilloso, pero… no puedo ocultar que, respecto al programa, hubiera preferido algo distinto, algo nuevo para un año distinto quizás; para una nueva época que no sólo debería ser como los finales apagándose del Perpetuum Mobile, la broma musical de Strauss: “und so weiter, und so weiter” (y así sucesivamente, y así sucesivamente).

Antonio Torralba


[Publicado hoy en El Día de Córdoba]