Las idas y las vueltas
[11 de julio de
2013. Festival de la Guitarra de Córdoba. Las idas y las vueltas: músicas
mestizas. Arcángel. Accademia del Piacere. Gran Teatro de Córdoba. 21:00 horas. ]
Uno de los
motores de la evolución musical es sin duda el contacto entre culturas: la
mutua influencia entre grupos humanos producto del dominio, de la admiración o
del simple contacto. Sin duda, podría hacerse una historia de la música (y, por
supuesto y muy especialmente, de la música española) basada en ese concepto
que, sin embargo, sólo de una forma muy aproximada coincide con lo que hoy en
los medios se llama "fusión". Por ejemplo, mientras que el mestizaje
es a menudo involuntario y a contrapelo de lo social (puedo odiarte, pero no
puedo evitar que mi música asimile elementos de la tuya), la fusión obedece a
un empeño deliberado, guiado por la mercadotecnia o por cualquier idea política,
usada la expresión en su sentido más amplio y noble. Como la música está hecha
además de una pasta especial, puedes pretender fusionar flamenco con
Renacimiento y sentir el oyente que lo que mezclas es jazz con metal de los 90,
por poner un caso.
Todas estas reflexiones pudieron
agolparse en la mente del oyente aficionado al flamenco y/o a la música
histórica que asistiera el jueves pasado al interesantísimo concierto de
Arcángel y Accademia del Piacere en el Gran Teatro. En él, Fahmi Alqhai y
Arcángel, acompañados de otros cinco excelentes músicos del mundo joven del flamenco
y de la música antigua, ofrecían un diálogo entre esos dos continentes
musicales. Como todo experimento artístico, el edificio se asentaba por fuerza
en el terreno fértil pero inestable de la duda, del tanteo. Y ello sin contar
con el tema manido del purismo o la pureza, que es una pareja terminológica tan
socorrida y estéril como esas de libertad y libertinaje, amistad y amiguismo, etc.
Faltaría a la verdad si dijera que
el proyecto de Fahmi Alqhai y Arcángel me apasiona. Entiendo que sólo se atisban
analogías fuertes entre el flamenco y la música escrita española a partir de
finales del Barroco; y, no sé si por ello, sólo las piezas finales del
concierto me parecieron musicalmente sostenibles. Y entiendo igualmente, amén
de otras salvedades, que la formación instrumental del lado antiguo, con tres
violas de gamba y una guitarra barroca, quizás no sea la más adecuada para potenciar
la intención del proyecto. Pero faltaría aún más gravemente a la verdad si no
reconociera que sobre el escenario había siete músicos soberbios, virtuosos y
con un sentido del ritmo alucinante y una musicalidad general portentosa.
Igualmente, faltaría a la verdad si no reconociera que el público manifestó
mayoritariamente un entusiasmo desbordante, estímulo que para un artista vale
-y es lógico que así sea- más que cualquier crítica o autocrítica. Desde mi
sensibilidad, sin embargo, la emoción estaba frenada no sólo por lo que me
parecía un planteamiento general poco profundo, sino especialmente por dos
detalles: la formación instrumental elegida para la ocasión y una amplificación
tímbricamente desafortunada en las violas y excesiva en la percusión flamenca.
Hubo momentos en que el enorme talento de los músicos brillaba sobre esos
-repito, a mi juicio- obstáculos. En especial dos, casi al final de la velada:
los Canarios de Gaspar Sanz y la
serie final a partir de la guaracha de Convidando
está la noche de Juan García de Céspedes. Me hizo salir del teatro deseando
seguir la pista a estos excelentes músicos.
Antonio
Torralba
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