sábado, 13 de marzo de 2010

Cosas de clase: Músicos ambulantes


Una alumna de 2º de Bachillerato (Irene Cabello) pregunta sobre su vida a un músico de la calle.


Camino, lo veo al fondo de la calle. No siempre está allí, pero hoy he tenido suerte. Está organizándose, quizás acabe de llegar. Creo que nota mi mirada fija; quiero acercarme, pero me da vergüenza. Cuento hasta tres y me aproximo.

- ¿Hola, puedo robarle diez minutos de su tiempo? Necesito hacerle unas preguntas.

- Hola rubia. ¿para qué?

Barba blanca y ojos claros, delgado y moreno de piel. Me mira fijamente mientras presta atención a mi explicación. Acepta. No hizo falta una sola pregunta... con rostro triste comienza a narrar su vida:

- Me llamo ________________. Llevo ocho largos años en la calle. Toco el saxofón y me muevo continuamente por las calles de esta ciudad buscándome la vida. No tengo un lugar fijo y tampoco demasiados receptores… Cuando era niño, me entusiasmaba la música, tocaba mi instrumento, era mi hobby, me encantaba. Era algo normal entre los muchachos de mi época, pero yo creía que era diferente a los demás. Mi familia nunca ha sido gente de mucho dinero, así que ahorré durante mucho tiempo para poder comprar un saxofón de mejor calidad. Aún recuerdo mi primer saxo... ¡le llamaba Billy! - El músico muestra una sonrisa enorme, le brillan los ojos-. Fue un regalo de mi tía abuela. Aprendí yo solo y me entusiasmaba aquello. No sé si es porque estoy loco o es cierto, pero recuerdo dar un beso de buenas noches a mi instrumento cada vez que me acostaba. El tiempo pasaba rápido y mis notas no eran buenas. Dejé los estudios y yo qué sé con qué suerte encontré a una panda de frescos que querían formar un grupo. Yo ya tenía novia, María Dolores, y en esa época trabajaba de repartidor humildemente -creo que se emociona- No sé si lo que viene ahora fue mi gran error o un real acierto. Dediqué tanto tiempo a ese grupo posteriormente fracasado que ni mi trabajo ni mi mujer podían soportarlo. Me divorcié, aunque yo realmente la amaba. Ya no tengo familia. Fueron tres años los que, cegado por el color dorado de mi saxofón, echaron mi vida a perder. O no. Vivo en una pensión muy barata, no puedo permitirme nada más. Tocando paso frio y calor, y muchas veces los coches pasan rápidamente y los charcos del suelo se abalanzan sobre mí. No sé si me merece la pena...pero puedo decir que no soy un infeliz. Hago lo que realmente me gusta y no paso demasiada hambre. Vivo de la voluntad del andante-

Me mira y sonríe. Me muestro con la boca abierta y sin apuntar ni una de las palabras que dijo; no como tenía planeado.

- Perdona si te he contado cosas que no tenía por qué, pero llevo mucho tiempo solo y a veces las personas necesitamos que nos escuchen.

Agito la cabeza intentando dar crédito a lo que estoy escuchando

- No, no ha sido sensacional. Me ha servido de gran ayuda.

- Eso espero niña.

Me levanto de su lado y miro su querido saxofón. Brillante seguramente como el primer día, a pesar de ser tocado por un hombre con un mal pasado.

Me meto la mano al bolsillo y le doy una moneda. Él la rechaza. Yo le insisto. Esboza una sonrisa y me dice: -¡Aún no me has escuchado tocar!

Doy tres pasos hacia atrás y empieza su preciosa melodía. Le miro embrujada y repasando toda su historia. Sonrío y le pongo a su lado la moneda.

Me alejo mientras oigo a mis espaldas la canción.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Irene estupenda entrevista, te felicito.
Suerte en la selectividad.
(Mª Luisa)