Para felicitaros en tan señalada fiesta os diré una historia de amor (algunos lo llaman sexo, pero yo creo que es amor)
La princesa japonesa Mano y el juglarcillo italiano Prepuccio Balano estaban destinados a amarse. No ya sólo porque compartieran cuerpo o, por épocas, frecuentaran los mismos olorosos sitios, sino porque se acoplaban a las mil maravillas. Desde pequeños se buscaban en la soledad de la noche, en el frescor de las madrugadas. Coquetona la princesa y zalamera. Simpático Balano con su sonrisa perpetua si bien un poco bobalicona. Balano la engañó una vez con la hermana gemela de Mano, la princesa Lotramano, pero fue porque ésta, de natural ocioso pero de intención aviesa, lo provocó claramente. Bella historia de amor, y larga. Se ve a las claras que estos dos se necesitan.
3 comentarios:
No tienes perdón, Antonio :-) Qué terrible historia, por Diox.
No tengo perdón.
Ana. Ese día, se dejó el romanticismo en la almohada de la
cama. Mª Luisa.
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