viernes, 21 de marzo de 2008

La ciudad de Vivaldi



Como muchos otros españoles, he estado en Venecia estos días. Aunque había ido ya algunas veces, me hacía ilusión pasar varios días (y noches) seguidos allí intentando comprender, aunque fuera sólo un poquillo, algo de la ciudad. La primera impresión es desde luego la que plasmó magistralmente Manuel Vicent en su columna “La orquesta del Titánic”. En efecto, aunque todavía pueden buscarse y encontrarse más o menos las estampas que flotan en la imaginación,



la podredumbre y la sensación de hundimiento inminente (a pesar del famoso dique de Romano Prodi) se imponen desde el segundo paseo. Y las orquestas del Florian y el Lavena no es que lo presagien, es que han tocado fondo; parecen orquestas fantasmas.



Con los días, no obstante, otra sensación más alegre va ganando terreno. Los sesenta mil venecianos que todavía duermen allí, los cuatrocientos gondoleros ricos que discurren bajo los cuatrocientos puentes y los miles de italianos que cada mañana se disfrazan de tenderos, camareros, pintores callejeros, interpreti veneziani , guías y personal de atrezzo son artistas en el más puro y actual sentido: genios de la improvisación y del arte de buscarse la vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es triste Venecia, la sensación de un mundo que termina, como una leve llama sacudida por el viento...
"Las máscaras aguardan en el limo/ su turno de fulgores apagados"...
Un beso.