martes, 27 de mayo de 2008

Humanismo

Puede ocurrir que los alumnos escuchen con mucha atención a su profesor. Es significativo que muchas veces sea cuando éste habla de alguna materia que no es la suya. Si lo hace de manera positiva y con convicción, los niños pueden sentir que verdaderamente esas asignaturas tienen una utilidad vital, pueden dar satisfacciones no sólo profesionales. Por eso muchos ciudadanos deben su gusto por la literatura a una profesora de matemáticas, o a uno de dibujo su pasión por la música. Esto me pasó a mí.

A despecho del consabido reproche ("¿qué estamos en clase de lengua o de historia?"), esos escasos momentos en que el profesor se sale del área, aunque sólo sea para "contar su vida", pueden ser momentos mágicos que acaso enciendan la curiosidad y el deseo de aprender. Fuera de juego, logra provocar mucho más que siguiendo a pies juntillas la rutina.

Si cada cosa que descubrimos o aprendemos debiera reestructurar todo nuestro pensamiento al completo y no sólo sumarse a lo anterior, saltar con soltura por entre los cuadritos del horario, podría ser no lo excepcional en la actividad de las aulas, sino justamente lo más habitual. Esto, y la conexión de la escuela con la vida que discurre al otro lado de las vallas, es una evidencia a cuyo estímulo y defensa retornan cada tanto las normativas de educación. Ahora le llaman "competencias"

5 comentarios:

Pablo J. Vayón dijo...

Antonio,
he abierto casa profesional:

.

Que no te asuste el bouleziano nombre.

(Y rezo por que funcione el enlace)

Pablo J. Vayón dijo...

Pues es evidente que no funcionó, pero no tengo ganas de andar cambiándolo. Pinchando, sale.

Antonio Torralba dijo...

Gracias, Pablo. Enseguida voy a verlo.
Saludos

Fran dijo...

totalmente de acuerdo tu texto, antonio.
rotundo y certero.
un abrazo

Anónimo dijo...

Es mejor ser humano, y no solamente
un número, en ocasiones, todos nos
hemos sentido, el 1, ó el 0.
Mª Luisa.