[1 de enero de 2009. Concierto de Año Nuevo. Varios y Enrique Ugarte, Swing para gran orquesta. Astor Piazzolla y Enrique Ugarte, Adiós Nonino, Libertango. Shostakovich, Tahiti Trot, “Vals” de la Suite de Jazz n. 2. George Gershwin y Enrique Ugarte, Gesrhwin’s songs. Tradicional y Enrique Ugarte, Ume Eder Jazz. Chick Corea y Enrique Ugarte, La fiesta de Armando. Orquesta de Córdoba. Susana Raya, canto; Josetxo Silguero, saxo; Manfred Manhart, piano; Christian Lachotta, contrabajo; Carlos Lara, batería. Enrique Ugarte, acordeón y dirección. Gran Teatro de Córdoba. 20:30 horas. Lleno. Valoración: 4]
Magnifica lección de jazz y magnífica lección de música las ofrecidas el día de Año Nuevo por la Orquesta de Córdoba. Nuestra formación se hizo acompañar para el evento de un muy eficaz cuarteto de jazz (saxo, piano, contrabajo y batería) y de la cantante cordobesa Susana Raya, que también ofreció momentos de emoción, a pesar de que su voz pudiera parecer más adecuada a la insinuación y al susurro (pequeñas formaciones, locales íntimos) que a la exhibición de poderío que parecen exigir orquestas y auditorios grandes. Falta recalcar que el principal protagonista de la noche fue sin duda el español afincado en Alemania Enrique Ugarte; y no sólo por su excelente dirección, sino también por ser el padre de la estupenda idea del programa, porque firmaba los arreglos de todas las piezas, porque tocó el acordeón llevándolo en cada momento al límite de sus posibilidades expresivas y porque sostenía con entusiasmo el empuje de un ambiente festivo que, si no llegó todavía a más, fue en buena parte por las características no suficientemente heterogéneas del público de abono que llenaba el Gran Teatro.
Cada una de las dos partes del concierto estaba estructurada en tres bloques de desigual duración. Los de la primera parte, la más enjundiosa en cuanto a obras, incluían piezas de Cole Porter, Glenn Miller, Leo Wood, Astor Piazzolla y Dimitri Shostakovich. Los de la segunda, brillante también en cuanto a interpretación e improvisación, estaban formados a partir de piezas de George Gershwin y Chick Corea.
El arranque sonó espectacular. La orquestaciones de Ugarte para las obras maestras de Porter (Night and day), Miller (A string of pearls) y Wood (Running wild) ponían a prueba las capacidades de la Orquesta de Córdoba impostando las maneras de las grandes orquestas de swing de los cuarenta. Y la prueba se superó con creces.
El espectáculo dejó paso a la emoción en el segundo bloque, que para mí fue uno de los momentos mágicos de la noche. Vestidas de jazz, las obras de Piazzolla llenaron de poesía la velada. Especialmente sentimental sonó Adios Nonino, con momentos bellísimos entre el acordeón de Ugarte y el violín de la estupenda Isel Rodríguez. Y lleno de garra el Libertango, que nos permitió apreciar las cualidades improvisatorias del cuarteto jazzístico (especialmente brillantes el saxo y el piano), habilidades que se evidenciarían aún más en la segunda parte. La primera concluyó de manera hermosa con dos aproximaciones de Shostakovich al jazz. Es posible que Tahiti Trot (orquestación de 1927 de una canción de musical: Te for two) sonara algo desangelada, pero la orquesta y su director volvieron a lucirse en el soberbio vals (simpático guiño de Ugarte a la tradición de un Concierto de Año Nuevo) de la Suite de jazz n. 2.
Tras el descanso, vinieron canciones de George Gershwin. Susana Raya cantó con corrección las muy hermosas Someone to watch over me (de 1926, con letra del hermano del compositor) y How long has this been going on (del año siguiente, también con letra de Ira Gershwin); y luego, ya más suelta, un popurrí estupendo, formado por tres más, que terminaba con Somebody loves me.
Siguió una formidable versión de Ume Eder Bat (“Una bella criatura”), considerada hoy tradicional del País Vasco, pero compuesta, como tantas otras que ya tienen ese carácter, por José María Iparraguirre. Se trataba obviamente de una versión instrumental, en clave de jazz (Ume Eder Jazz se titula el arreglo de Ugarte), de la emotiva melodía de la canción. Jazz de enorme calidad expresiva antes del fin de fiesta (La Fiesta de Armando rezaba el programa), realizado en torno a dos exitosos estándares del pianista estadounidense Chick Corea: La Fiesta y Spain. Susana Raya logró en ambos algunos buenos momentos de scat.
El swing murió oficialmente en 1945, coincidiendo con la depresión económica de la II Guerra Mundial. Ya no había dinero para sostener a los músicos que componían las grandes orquestas. Sólo en un par de meses se disolvieron más de cincuenta big bands americanas. Ojalá la crisis de ahora no reste recursos a la cultura y nuestra magnífica orquesta siga llenando de belleza infinitas veladas como ésta. ¡Y Feliz Año Nuevo!
Antonio Torralba
[Publicado hoy en El Día de Córdoba]