lunes, 25 de agosto de 2008

Un humilde invento

"No era demasiado viejo pero decía resoplando Por Dios, señores, no es nada, mientras sacaba del bolsillo interior de la chaqueta su humilde invento: era un reloj de bolsillo, pero sabía cuándo estabas contento y entonces se paraba por sí solo alargando hasta el infinito ese momento de felicidad. Cuando no estabas alegre, las agujas del reloj corrían a toda prisa y tú te asombrabas, por Dios, qué rápido pasa el tiempo y tus preocupaciones pasaban en un abrir y cerrar de ojos. Luego, por la noche, cuando tú dormías pacíficamente junto a tu reloj, aquella cosita que palpitaba pacientemente con su tic tac en la mano abierta hacia mí del anciano compensaba por sí misma los atrasos y los adelantos. Y por la mañana te levantabas como todo el mundo, como si no hubiera pasado nada."

(Orhan Pamuk, La vida nueva.
[Me maravilla la traducción de mi antiguo compañero de facultad Rafael Carpintero Ortega. He leído varios libros de Pamuk, pero cada vez que voy a una librería compruebo que son un porcentaje pequeño de los que están traducidos. Una vez intenté traducir un libro -por gusto y desde una lengua más afín- y me di cuenta de lo difícil que es. Me encontré con Rafael hace unos años y, como no lo había aún identificado con el traductor del nobel turco, hablamos de otras cosas. Me gustaría darle mi opinión sobre lo meritorio de su trabajo y manifestarle mi agradecimiento por lo que éstas y otras páginas han significado para mí]

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