CERVANTES Y LA MÚSICA
10
DE
LA DULCE MI ENEMIGA
Era
hora de volver al "Quijote". Esta vez, con un conocido pasaje de
cortejo amoroso inserto en la tremenda farsa en casa de los duques que
constituye el corazón de la segunda parte de la novela.
"En
resolución: él me aduló el entendimiento y me rindió la voluntad con no sé qué
dijes y brincos que me dio; pero lo que más me hizo postrar y dar conmigo por
el suelo fueron unas coplas que le oí cantar una noche desde una reja que caía
a una callejuela donde él estaba, que, si mal no recuerdo decían:
De
la dulce mi enemiga
nace
un mal que al alma hiere,
y
por más tormentos, quiere
que
se sienta y no se diga.
Parecióme
la trova de perlas, y su voz de almíbar, y después acá, digo, desde entonces,
viendo el mal en que caí por estos y otros semejantes versos, he considerado
que de las buenas y concertadas repúblicas se habían de desterrar los poetas,
como aconsejaba Platón, a lo menos, los lascivos, porque escriben unas coplas,
no como las del marqués de Mantua, que entretienen y hacen llorar los niños y a
las mujeres, sino unas agudezas que, a modo de blandas espinas, os atraviesan
el alma, y como rayos os hieren en ella, dejando sano el vestido."
(QUIJOTE,
II, Cap. 38)
Dice
el musicólogo Querol (citando a su vez a Casiano Pellicer) que la letra de la
canción citada es traducción de una italiana de Serafino dell'Aquila (m. 1500),
aunque parece que el original primero está en Petrarca. Nuestro
"Cancionero de Palacio" (fol. 127r) contiene la versión musical a
cuatro voces de Gabriel Mena (m. 1528). También se conserva en Portugal (fue
transcrita por Manuel Morais) una voz de una canción polifónica sobre el mismo
texto, que tendría por cierto larga vida en nuestra literatura barroca.
Luis
de Góngora, le daría la vuelta al mensaje de la trova ("Manda Amor en su
fatiga/ que se sienta y no se diga,/ pero a mí más me contenta/ que se diga y
no se sienta.")
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