miércoles, 9 de enero de 2008

Restauración del Puente Romano de Córdoba






Al ver la restauración de la parte interior del puente (la exterior me parece aceptable) he pensado en los arquitectos (y en los políticos que los contratan) que entienden esos trabajos un poco como quien, en una novela española de finales del siglo XX, va a la peluquería y dice:
- Hazme algo radicalmente nuevo, quiero dejar atrás mi pasado, olvidar esa etapa triste y empezar una nueva vida.

En mi modesta opinión, en las restauraciones habría que optar siempre por el conservadurismo, con una única excepción que diré después. Conservadurismo significa que, incluso si esta actual modificación, que sólo puedo ver como una secuela tardía del postcatetismo, se mantuviere, dentro de cien años los restauradores deberían respetarla. Porque no se debe violentar la memoria de quienes hace veinticinco años atravesábamos el puente para ir a la facultad con las primeras luces del alba, de quienes se persignaban (o se besaban con pasión) ante el San Rafael hace 30... o, ya cambiando la dirección del tiempo, de quienes bailarán hip-hop sobre el granito rosa la semana que viene. Es una pena que los políticos de turno (¿hay turnos en la política andaluza?) hayan permitido que esta nueva hazaña arquitectónica suceda. Pero ya es historia.
Única excepción que decía más arriba: en los casos infrecuentes en que las tropelías se hacen a la manera de máscaras o muñecas rusas: un retablo que tapa unas pinturas, etc. Que no es el caso de la cosa.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Es que no te apetece sentarte al pie de uno de esos farolillos de todo a zen? :-)

Antonio Torralba dijo...

Jaja. Muy gracioso eso de "todo a zen". No sé si sabes que hace un año más o menos dos artistas "espontáneos" y no subvencionados echaron al agua, mirando al otro puente, una escultura simpatiquísima hecha de poliéster que representaba a un bañista sonriente... ¿La conoces? Es preciosa. Ahora está en fase de restauración porque la crecida del río se la llevó. ¡Qué mal le sienta el dinero a algunos artístas!

Anónimo dijo...

¿Y por qué sonreía el bañista, digo yo? :-)

Luisa dijo...

Sonreía porque paciente miraba y tomaba el sol, medio sumergido en la corriente del agua del Guadalquivir, a la vista envidiable de cualquier turista despistado a las tres de la tarde en el mes Agosto.
Y ahora quien sonríen son los artístas espontáneos, ya que todo el pueblo reclama que vuelva el simpático y único bañista que tendrá nuestro río.

Luisa dijo...

El que consiga ver la nueva arquitectura del antigüo Hotel Meliá a las 12 de la noche, ¡que venga y me lo cuente!

Luisa dijo...

¡Ya ves...!, lo uno por lo otro.
Le iban a llamar "El Ojo del Sultán".
Pero dicen del Sultán, que el ojo lo perdió.